Con ji o de oro, son tomates

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De añosa historia florecida como tomatl o xitomatl en el náhuatl del legendario México. Rojos, frescos, de gustillo real, tanto que por lares de tierras aztecas no son sólo tomates sino que jitomates recibieron en bautizo popular. E imprescindibles, al Norte y al Sur, al Este y al Oeste, del otro lado de los mares, que si no los italianos no le hubiesen otorgado los oropeles del oro diciéndole pomodori.

Si una americana de las alturas andinas salvó del hambre a pueblos enteros, él y otro galano de estas tierras americanas, tan sabio y picoso que enardece almas, con colores definitivos, juntos o cada uno por su lado y cuenta, enjalbegaron cocinas por donde fuere, ni que hablar acerca de su significado en las del Mediterráneo europeo.

Y no se pierdan sus poesías y cantes.

En Amor médico, Tirso de Molina escribe: ¡Oh anascote, oh caifascote, oh basquiña de picote, oh ensaladas de tomates de coloradas mejillas, dulces a un tiempo y picantes…

Y sor Marcela de San Félix; por cierto, hija de Lope de Vega, en La muerte del apetito narra: Alguna cosa fiambre quisiera, y una ensalada de tomates y pepinos.

Y atención: Se arrojó en la fuente sobre la ensalada recién preparada. Su rojo vestido todo descosido, cayó haciendo arrugas al mar de lechugas. Su amigo Zapallo corrió como un rayo pidiendo de urgencia por una asistencia. Vino el doctor Ajo y remedios trajo. Llamó a la carrera a Sal, la enfermera. Después de sacarlo quisieron salvarlo pero no hubo caso: ¡estaba en pedazos! Preparó el entierro la agencia “Los Puerros”. Y fue mucha gente…

¿Quieren que les cuente? Llegó muy doliente Papa, el presidente del Club de Verduras, para dar lectura de un “Verso al Tomate” (otro disparate) mientras, de perfil, el gran Perejil hablaba bajito con un Rabanito. También el Laurel (de luna de miel con Doña Nabiza) regresó de prisa en su nuevo yate por ver al Tomate. Acaba la historia: ocho Zanahorias y un Alcaucil viejo formaron cortejo con diez Berenjenas de verdes melenas, sobre una carroza bordada con rosas. Choclos musiqueros con negros sombreros tocaron violines quenas y flautines, y dos Ajíes sordos y Espárragos gordos con negras camisas, cantaron la misa. El diario Espinaca la noticia saca: “Hoy, ¡qué disparate! ¡Se mató un Tomate!» Al leer, la Cebolla lloraba en su olla. Una Remolacha se puso borracha. -¡Me importa un comino! dijo Don Pepino… y no habló la Acelga (estaba de huelga). Gracias a la poeta argentina de hermosuras, Elsa Isabel Bornemann.

Digamos entonces algo: en mesas para noches de canículas que ya se avecinan por estos lados del globo, los tomates rellenos, infaltables en las fiestas de diciembre con tradiciones rioplatenses, tanto como las más simplecitas ensaladas al parecer tan solo de papas con tomates, aceite de oliva, sal y pimienta, para que la gran Rita Pavone entone: Qué ricas son las papas con un poco, poco, poco de tomate. Qué rica son las papas con un poco, poco, poco de picante…Qué buenas son las papas, sí, después de trabajar…La historia del pasado muy bien nos ha enseñado, que aquel pueblo afamado formó revolución… Razón por la que somos esa nación famosa, queremos comer papas… ¡Qué venga otra ración! El hambre va en aumento por culpa del sargento, que tiene más narices que el propio capitán…La sopa no nos gusta. Queremos comer papas…Qué ricas son las papas con un poco, poco, poco de tomate…Qué buenas son las papas, sí, después de trabajar…

Pero volvamos a los tomates rellenos, pues los amores clásicos son los que perduran en la memoria del gusto, y para ello nada mejor que el recuerdo de Doña Petrona, la gran hacedora de recetas de Argentina, con más libros vendidos que la mismísima Biblia. Los propone con papas cocidas y pisadas, mayonesas, atunes, arvejas, anchoas, aceitunas, pimientas y poco más.

Y para la despedida de este texto, pues otros tendrán en Tomate: revista de cocina para leer y disfrutar como se goza un gazpacho andaluz y un salmorejo cordobés…Lo último: un trago fresco para comenzar el banquete, propio de nuestra carta entre palabras: una medida de jugo de naranjas; mucho menos pero a gusto, de batido de pepinos; y otra sí entera, de jugo de tomate frío para el gaznate; y que por las venas siempre reinen los ardores.

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