Con ustedes, Cide Hamete Benengeli

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Es decir y como ya veremos, un tal señor Berenjena, que hoy puede ser nombrado con todo su brillo aunque cuando los psicópatas políticos de muy antaño, gran riesgo implicaba invocar el nombre de tan noble y sabroso don de la naturaleza.

Es un fruto de forma esférica, alimentado por abundante agua de los jardines. Ceñido por el caparazón de su peciolo, parece un rojo corazón de cordero entre las garras de un buitre. Así escribió en el siglo XI el poeta Ibn Sara as-Santarini, de la prestigiosa tribu árabe de los Bakr y nacido Santarén, localidad que en aquellos tiempos quedaba incluida en el territorio de la Taifa de Badajoz.

Pero el mundo se descalabró para el mal, como parece que insiste en seguir haciéndolo: Judíos y musulmanes fueron expulsados de la Península en 1492.

El Santo Oficio de la Inquisición desplegaba toda su perversión represora, y entre sus víctimas estuvo la solanum melongena, es decir la berenjena. En 1513 decían los árabes llevaron la berenjena a Europa para matar a los cristianos.

La discriminación, el odio y las persecuciones crean una España de hambre y poderes abyectos, proceso histórico que, claro está, forma parte del material de trabajo para los poetas e intelectuales del Siglo de Oro.

Y en El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha (1605), Miguel de Cervantes Saavedra da cuenta de cierta autocensura, porque la berenjena era perseguida como alimento de moros, conversos y marranos y para a ella referirse crea a un escritor ficticio y a su vez narrador de su obra, llamado Cide Hamete Benengeli, es decir el Señor Berenjena.

Los perfeccionistas del cultivo con motivos suficientes aclaran que se da en febrero pero sin lugar a dudas que se trata de un fruto de perfectos aires estivales.

Musaca

Su cultivo es de muy vieja data, desde bastante antes del 2000 a.C. y parece que surgió en el sudeste asiático, desde donde en caravanas de mercaderes árabes llegó al norte de África y de allí a España y al Mediterráneo occidental.

Algunas de sus variedades más conocidas son: La larga negra, la larga morada y la violeta de Barbentane.

Podríamos hablar de innumerables platos en las más variadas cocinas de ambas márgenes del Mediterráneo, pero con mencionar a la parmesana del sur de Italia, la musaca griega, el baba ghanush, de Siria y Líbano por ejemplo y el imam bayildi de los armenios, basta para entrar en estado de apatito juguetón y desespero por el gusto en el paladar.

Baba Ghanush

En nuestro verano austral, en escabeches, asada y marinada con aceite de oliva, sal pimienta, frita para formar parte de la salsa de tomates con hierbas frescas para la pasta o sobre una pizza heterodoxa, con picantes al gusto…y podríamos seguir.

Una sugerencia. Comprarla en la mejor verdulería del barrio, nunca en supermercados, esos fantasmas malignos de la provisión alimentaria, especuladores y con frutos que guardan más frigoríficos que naturalezas.

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