La última imbecilidad: la “porno comida”

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En realidad no sé si la última, pero sí que está entre las marquesinas más recientes de los  hacedores de publicidad, esos cazadores de gilipollas, comemierdas o boludos, usted elija el sustantivo de su preferencia, para lo cual tiene un segundo, el que me demoraré en recordarles, aunque quizás no haga falta, que la palabreja que los de esa fauna utilizan para referirse a la cuestión es en la lengua del Albión: foodporn.

Victor Ego Ducrot

Por las dudas y antes de entrar en tema y batirla debute: para este Peje un buen lomo a la Willendorf. Sí, y dedicado a aquella gorda divina del 27.500 antes del natalicio de aquél por el cual se dice salud gracias al embriago de de cada 24 decembrino, en noches que desbarrancan, porque por debajo de los manteles sé que ciertos humanos de corta edad granuja se desfogaban en ojos, salivas y entendederas con las pantorrillas de una tía lejana, aunque de alientos imaginados.

Que de piedra caliza y de cierto rojo resplandor aquella virgen de antaño, con sus lujurias hechas deseo, desde las tetas hasta los mismísimos tobillos de garbo y lisonjas, puesto que de los lomos, ni humanos ni de peces, en la cocina se ocuparán quienes deban emplearse con amores, con los rojos de la res, los embozados del cordero con su tantos sacrificios conocidos en la Historia, o con los pálidos como doncellas o efebos de la inocencia tal cual lucen los del chancho revolcón, sazonados los unos y los otros, quizás todos en entreveros sobre los rescoldos de ávidas concupiscencias, antes en baños comunes y abiertos con jugos de limones y picores, salvias, macas y canelas; por si no se animan las vestales y los sirvientes del fuego con los brillos de la mandrágora buena, la de los dioses pecadores, casi parientes del Bajísimo.

En fin, toda esa perorata fue para anticipar mi asombro del otro día, cuando camuflado de varón bípedo y de traje con camisa de cuello y pajarita, en barcillo pretencioso vi el titilar de una luminaria que martillaba aquí #foodporn.

No fue asombro con rubores bien pensantes sino de malestares en la cultura, porque los Peje también nos incomodamos ante la estulticia de tantos engañabobos y timadores, merecedores creo del tremebundo decir de Ergueta, el farmacéutico de Roberto Arlt (1900-1942), cuando Erdosain le tira la manga: raja, turrito, rajá; redicho aquí tal cual rajen turritos, rajen, que la vida no pasa por Instagram, aunque con aquello del foodporn o comida porno, que por esa plataforma de lanzamientos de cualesquiera cataduras intenten ustedes imponer por la buena vista en fotos de platos y manduques, con la idea de vender y vender.

Vean ustedes lo que al respecto ya contaba el sitio de noticias argentino llamado Ámbito el 29 de octubre de 2018: La comida se ha transformado en uno de los grandes protagonistas de Instagram, la red social de moda y con crecimiento más acelerado en los últimos años. Detrás de los miles de influencers que suben fotos de platos hay, por supuesto, un gran negocio. Tal como cuenta un informe de BBC, la pizza es la comida más etiquetada en Instagram, con alrededor de 35 millones de menciones (…). Detrás de cada foto hay una preparación pensada especialmente para las redes sociales (…). Hay quienes ponen a disposición de sus clientes dispositivos móviles para que puedan publicar fotografías bajo el hashtag #FoodPorn. ¿Por qué? Porque una imagen tentadora atrae más clientes (…). Psicólogos experimentales de la Universidad de Oxford dicen que el cerebro “se imagina” el sabor que tendrá tu comida.

Como se oye con frecuencia por los senderos contemporáneos de la vida, todo bien, tranquilos caminen a la sombra que el sol calcina; si quieren ganar rupias, mangos o duros, metanlé nomás, qué le vamos a hacer, en definitiva el capitalismo es esto, una ruleta rusa, en la que muy pocos saben cuándo y tras qué jalar saldrá el disparo, sí, el del final.

Pero les aviso, el dulce de leche ya fue inventado – aunque mi amigo Ducrot insiste que no en Cañuelas, ni siquiera en tierras que conocemos como Argentina – ,y aquello de la pertenencia del comer y el beber, del gusto como memoria apasionada, al universo de Eros y a veces tan incitante que en concubio entre penumbras con el mismísimo Tánatos; como así también las representaciones eróticas por la palabra, las imágenes y los más diversos signos, que nos enarbolan en el deseo hasta el delirio a veces; todo ello, les decía, es tan antiguo y de tanta magnificencia por revuelques y retozos, como la vida misma de la especie humana, de sus géneros, de sus búsquedas, de sus ventoleras y caprichos más incógnitos.

Lo que sigue, por si lo leen los badulaques, pese a que tan ajetreados deben estar con el ser mistongo en Instagram, lo ofrendo a título y epílogo de homenajes.

Una tarta de crema batida y limón, y así que todo el esplendor de Andréa Ferréol nos lleve incluso hasta el fin del viaje que propuso Marco Ferreri en su película La gran comilona (1978), para todos, ellas y ellos, que quieran ser parte y arte, se encueren entonces con cucharas en mano, y sin golpear la puerta ni solicitar venias o licencias timoratas.

Un convite cristalino con champán brutísimo y refrescado por las bendiciones de Madame Saint-Ange a todos los truques y retrucos del desenfreno que enseña e ilustra Dolmancé, el ateo más célebre, el hombre más inmoral. Os insinúo apenas acerca de La filosofía en el tocador (1795), obra casi perfecta de Donatien Alphonse François de Sade, conocido como el divino Marqués, quizás uno de los teóricos más brillantes y provocadores ante propios y ajenos de la (s) Revolución (es) de entonces y después, y agitador consecuente como pocos; aunque bien era él, hombre de mesas frugales.

Un pecho desnudo de chancho asado después de ser sometido al manoseo del chimichurri casero pero también con almendras e higos secos, para El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (1989), otra película, de Peter Greenaway en este caso; y sí para los cuatro, sobre los manteles antropófagos, a escondidas en los baños brillantes y en la cocinas como calderas… Membrillos en mermelada con un algo de crema batida antes del primer café de la mañana, sin memoria ni importancia alguna acerca de con quién o quiénes yació por la noche, para el veneciano Giacomo Casanova (1725-1798) el intelectual libertino perseguido por la Injusticia y preso entonces en las mazmorras o Piombis del Palacio Ducal.

Y chocolate caliente con churros que crujen para mis amadas a la distancia del tiempo y los espacios, Sor Juana y sus letras vitales (1648-1695) y Frida Kahlo y sus trazos (1907-1954); amorosas mexicanas, deseadas y deseantes.

Y… para qué seguir, si nada mejor que escabullirme e imaginar… ¡Salud y goce gozoso les desea este Peje vuestro de cada semana!

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