Dijeron las Bolas de Fraile al “inventor” de las “donas”: rajá de aquí

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Como principio de los principios no tratamos aquí cachivaches de la cocina y el gusto, pero nos afectó una ola no tan sana de tolerancia culinaria y entonces sí unas breves palabras sobre las donas.

Esas masas entre saladas y dulces, con un agujerito en el medio, y casi siempre recubiertas por glaseados que empalagan son algo así como punto y encuentro de la pobretona y de escasa calidad cocina propia de los estadounidenses, ¡puaj…!

Y por esas cosa de la tele, de la penetración cultural (¡felizmente qué pasados de moda estamos!) y la tilinguería tan propia de nosotros los argentinos, por estas tierras también cuentan con sus adeptos.

Si querés hacerlas podés, alla vos. Ve por harina 0000, levadura fresca y algo de fresca, leche, huevos, azúcar, manteca y sal…Allá en Averno aguardan tus comensales.

Las doughnut o donut en la parla del Albión, también rosquilla, rosquita, rosqueta, rosca, berlina o berlín, dicen que llegó desde la Edad Media.

Pero la historia más difundida y encontramos rebuscando papeles digitales dice más o menos así.

El marinero que tuvo dolor de estómago… y terminó inventando la dona moderna…

Antes del 22 de junio de 1847, los donas no tenían agujero. Se hacían con formas de diamante, trenzas o nudos. Pero había un problema: el centro siempre quedaba crudo. Y eso causaba graves indigestiones a los marineros que los comían en altamar.

Uno de ellos, Gregory Henson, decidió ponerle fin al malestar con una idea simple pero revolucionaria: recortó el centro de la masa con una lata de pimientos.

El resultado fue la dona como lo conocemos hoy: redonda, con un agujero en el medio, perfectamente cocida por fuera y por dentro. Su inventor no solo solucionó los problemas estomacales a bordo, sino que rápidamente se volvió popular entre su familia, sus compañeros y… el mundo entero.

Así que la próxima vez que te comas una dona, recordá que fue creada para que la barriga no duela…¡Ja Ja Ja!, y por un marinero chanta y copión, pues el agujerito en el medio de un panecillo dulce ya se conocía en la Lima y en el Tucumán de tiempos coloniales y se llamaba y llama picarón.

Pero atención, que estamos en tierras y comarcas de bolas de fraile, donde, por supuesto, las donas poca matraca tocan en el corso. Y ya que estamos, no nos vengan con aquello de las berliner fannkuchen, las berlinsas que le dicen y surgieron en tierra teutona.

La historia de nuestras bolas de fraile comenzó en el año1887, en Buenos Aires; y cuentan las historias que por aquél entonces el anarquista italiano Ettore Mattei fundó la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos.

Al año siguiente, en 1888, iniciaron una huelga que duró más de 15 días. Decidieron manifestar sus reclamos de manera clara y lo hicieron a través de los nombres de sus creaciones, esas que sacaban todos los días del horno.

Así nacieron las denominaciones de las nuestras tradicionales facturas…Entre ellas, las bolas de fraile, unos bollos fritos y azucarados, a veces rellenos, sobre todo con dulce de membrillo. Una creación destinada a tomarle el pelo a los curas y la iglesia católica, tal cual suspiros de monja, y también los sacramentos.

Y no podían faltar las bombas y los cañoncitos, para burlarse de la milicada. Los vigilantes, contra la cana y los libritos, en homenaje al estudio y la educación. Y por último las originales cremonas con la forma de la a de anarquismo.

Así que donas, rajen de aquí.

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