Mesas de piratas: arenque al romero, ravioles de anguila y Nasi goreng

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Fue en la mañana del miércoles, 18 de agosto de 1819, un tiempo en el que el Imperio británico expandía sus dominios por todos los confines de la tierra y sobre las aguas de todos los océanos, en una finca junto al mar en la localidad de Eastbourne, donde el cocinero Owen Wedgwood, viudo y solitario, acababa de supervisar el servicio de la comida para su patrón, lord Ramsey, director de la Compañía Pendleton, y sus amigos, cuando, de repente, irrumpen violentamente en la estancia un grupo de personajes de lo más curioso: un hombretón gigantesco, dos chinos vestidos de negro y una hermosa mujer con abrigo verde oliva, melena roja y empuñando dos pistolas: “Ahí mismo, a cinco o seis yardas de mí, tenía al tiburón del océano Índico, Hanna Mabbot la Loca, la pelirroja capaz de volver de entre los muertos…” Aquello concluyó con la muerte de lord Ramsey y con los huesos del pobre cocinero en las bodegas del barco pirata Flying Rose.

Sí una de piratas y cocinas: el libro Entre pólvora y canela (2017), del estadounidense Eli Brown, publicado por Salamandra, y reseñado por El Olmo, sitio de lecturas; noviembre (2024).

La pelirroja capitana le ofrece a Wedgwood la libertad a cambio de que le presente cada domingo una cena exquisita y diferente. Pero lo que en unas condiciones normales no le habría supuesto ningún problema, sobre aquel buque balanceándose sobre las olas de los océanos y con los magros suministros de a bordo (harina de maíz repleta de gorgojos, ajos, manteca de cerdo, vinagre, limas, ron y una carne curada con pólvora a la que llaman “María la dulce”), resultaba una proeza casi imposible, y ya no hablemos ante la carencia total de utensilios de cocina adecuados. Sin embargo, gracias a su pericia y su imaginación, poco a poco, fue logrando algunos pequeños éxitos entre horribles tormentas marinas, batallas sanguinarias, cañonazos y hasta traiciones, por ejemplo: paté de arenque al romero sobre pan de nueces o raviolis de anguila ahumada al té.

Wedgwood es un hombre educado por los monjes, temeroso de dios y nada violento, y el mundo al que se ve arrastrando le repele y le aterroriza, sin embargo, pronto se dará cuenta de que la condición humana da muchas sorpresas y que hasta en los corazones más duros y despiadados se pueden esconder valores tan valiosos como la lealtad, la amistad, el amor e, incluso, el concepto de la justicia.

Eli Brown, el propio autor, comentó que esta novela le vino inspirada a causa de su aburrimiento al seguir una clase de yoga en DVD y, al cabo de una semana, cansado de repetir ejercicios y escuchar la misma música, pensó que estaría bien ajustar aquellas clases a una trama en la que alguien sería secuestrado por piratas y obligado a transportar baldes de agua, botes de remo, jalar cuerdas… siendo los ejercicios más ligeros al principio y más duros al final de la serie y, claro, como todos querrían saber qué les pasaba a los protagonistas, pues todos volverían a los ejercicios. Aunque luego renunció a esta idea, pero la historia se le quedó grabada en la mente.

Más adelante, tras ver algunos episodios del concurso de cocina Iron Chef, donde a los concursantes se les daba ingredientes de lo más dispares y tenían que hacer algo comestible con ellos, pensó que estaría bien mezclar ambas cosas y basarlo todo en la máxima de “haz lo que mejor sabes hacer para salvar tu vida”, y ya tuvo la novela.

Eli Brown estudió arte cuando era joven y, cuando cocina, realiza una composición de colores, así pues, asegura que:

Las comidas están relacionadas con historias en la medida en que contamos historias durante las comidas. Pero las comidas son donde nos encontramos, Es el ajuste. No es la trama. Las comidas son como pintar, ya que tienes una paleta con la que trabajas. Tienes estos sabores y aromas y tienen que ir bien juntos, y no existe el mal sabor, como tampoco existe un mal color. La amargura no es, por sí, negativa. Es cómo ese sabor se combina con otros en la comida.

Sobre los personajes más importantes dice:

Con Wedgwood me costó identificarme. Él es una especie de papel de aluminio para los otros personajes en el libro y, en especial, para la capitana del barco, Hannah Mabbot. Su visión de la vida, su lucha y sus objetivos son como los de la mayoría de las personas y, por lo tanto, muchos se relacionarán con él. Sin embargo, ella es más atractiva para el público, es la chispa, aunque es gracias a él que ella puede expresarse.

Wedgwood tiene una relación bastante reducida con el mundo. Creció en un orfanato y de joven trabajó como cocinero. Odia los barcos, por lo que no ha viajado mucho y tiene ideas muy limitadas sobre la mujer, la sexualidad y sobré cómo deberían funcionar las economías del mundo. Pero todos estos principios se le desmoronan mientras está en el barco. En poco tiempo se relaciona con personas de muchos lugares y clases diferentes, y se ve obligado a reexaminar las suposiciones que tiene sobre la relación entre Inglaterra y el resto del mundo, en especial China, de donde viene su té, cómo llega, por qué Inglaterra tiene tanto dinero, lo que sucedió en Europa tras las guerras napoleónicas. Ve a personas buenas luchando y matando y tiene que llegar a un acuerdo con ello.

Entre pólvora y canela es una historia de maduración, de desarrollo de una conciencia, sobre todo, la de aquellas personas acomodadas y acomodaticias que nunca se han preguntado de dónde les viene esa comodidad y tienen, a pesar de la edad, una perspectiva eternamente adolescente de la vida.

Por ello, Brown continúa:

Era importante para mí que Wedgwood fuera un sirviente, una persona que no estuviera familiarizada con el trabajo duro, pero sí con servir, aunque se negaría a hacerlo a cierto tipo de personas. Por ello, una de sus primeras revelaciones con Mabbot es que ha dedicado su tiempo a servir a personas que no apreciaban su cocina porque eran tan ricos que todo les llegaba sin más. Su comida era otra cosa más de lo que poseían. Pero, al servir a Mabbot está sirviendo a alguien que tiene que tomar todo lo que quiere. Ella no puede esperar a que las cosas vengan a ella, todo lo consigue con lucha y esfuerzo, aunque sea agresivamente, por ello, su aprecio por las cosas es mayor. A pesar de sí mismo, disfruta al servirla, pues ella valora su comida. Su tipo de comida es escasa, y ella está sentada en un castillo con cuchara de plata.

La novela también es una crítica a las corporaciones como organizaciones dañinas para las libertades individuales y perjudiciales para las naciones más pobres, y podemos comprobar cómo la actividad comercial de la época colonial se parece bastante a la globalización actual:

Una de las cosas que me sorprendió al investigar la novela es que algunos de los métodos más desagradables para ganar control … cuando pienso en organizaciones malévolas, pensé que habíamos llegado a un pináculo recientemente con Blackwater u otras organizaciones militantes mercantes … pero el este de la India Trading Company tenía poder masivo y ejércitos permanentes. De alguna manera, el hecho de que estos problemas no sean ni siquiera cercanos a lo nuevo es un alivio, pero de otra manera, solo muestra cuánto más, solo por pura tradición, aquello que deberíamos evitar.

Hasta aquí acerca del libro Entre pólvora y canela. Sin embargo como recordar al rey de los piratas, Sandokan, el personaje del genial italiano Emilio Salgari, y su plato, y su vida fundadora de antiimperialismos.

Recordemos entonces lo que escribíamos aquí mismo el año pasado.

No sin justificada timidez un mero argentino, un vástago remoto de Roma, se atreve a prologar un libro de Gian Falco – bajo ese nombre lo conocí – para lectores italianos. Yo tendría once o doce años cuando leí, en un barrio suburbano de Buenos Aires, “Lo trágico cotidiano” y “El piloto ciego”, en una mala traducción española. A esa edad se goza con la lectura, se goza y no se juzga. Stevenson y Salgari, Eduardo Gutiérrez y Las mil y una noches son formas de felicidad, no objetos de juicio. No se piensa siquiera en comparar; nos basta con el goce…. Jorge Luis Borges: Prólogo a El espejo que huye, de Giovanni Papini.

Borges entonces nos provoca, porque irrespetuoso y hasta caraduras que somos, aquí nos atrevemos a nuestra pobres conjeturas, con la cuales también suelen amasarse las historias que nos ocupan, sobre coquinarias y menesteres afines.

Por eso nos animamos a decir que el plato preferido del Tigre de la Malasia, Sandokan, ese gran personaje creado por el maestro italiano Emilio Salgari (1862-1911), a quienes generaciones enteras le debemos sus primeras enseñanzas de lectura, consiste en una apetitosa fuente de Nasi goreng con Krupuk, de la culinaria que pertenece a la isla de Borneo, que por allí quedaba el imaginario Mompracem.

El Nasi goreng, una variedad muy de asiática de arroz frito con pollo, pimientos, cebollas, curry, yogur natural y cilantro; acompañado con una ración generosa de Krupuk, que son crocantes fritos de papa o mandioca con polvo de camarón o de esos mismos bichitos del mar pero secos y triturados….

Si desean seguir leyendo sobre Sandokan pueden visitar en esta misma revista, el siguiente link: https://tomate.net.ar/2024/08/arriquitaun-a-comer-nasi-goreng-con-krupuk-el-plato-preferido-de-sandokan/

Buenas lecturas, mejor apetito y ¡Salud!

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