Narda & Cia, la cocina tilingagurmé

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Víctor Ego Ducrot

No se trata de juzgar aquí si fulana o sultana saben o no acerca de sus haceres culinarios o empresarios en el mundo del dar del morfar al prójimo, aunque para el caso de la tal Narda Lepes  -¡por el Altísimo, si hasta miembro de una patética y olvidad iniciativa gubernamental contra el hambre fue! – sí hemos constatado desde sus orígenes como dizque cocinera, dueña de restaurantes y mediática, que muy poco de cocina sabe, casi nada.

Es que con un poco de empujes familiares y no tanto, ni tan santos a veces, el camino al éxito suele estar asegurado. No se olviden que en Argentina (por sólo referirme a los locales) en el negocio gastronómicos como sardinitas en el agua nadan lavadoras y lavadores y no de paños y alfombras, y negreadores de trabajadoras y trabajadores…en de ahí que bueno, para qué seguirla.

Retomo, pues sucede que la citada y su socia Inés de los Santos abrieron un restaurante dicen que de cocina japonesa, claro que con esa recurrencia típica de la gastronomía tilinga, consistente en apelaciones de aquí y de allá, más consecuencia de experiencias turísticas y lecturas de guías adocenadas que de pasajes por contextos culinarios profundos.

Aunque cómo se me ocurre a mí que semejante aventura del saber podría ser posible en esta ciudad –Buenos Aires-, tan cuna de la tilinguería. Condición esa que, en pocas palabras, define a aquél o aquella que tiene pasión por la copia boba y finge ser original, que adora lo lejano contra lo propio, y que vive más en poses que sobre sus asentaderas naturales, o como por ahí se dice, que dios le dio; y por consiguiente mucho de la cultura gurmé, de la gastronomía de catálogo, de autor o cosa así, aquí es tilinga, es decir tilingagurmé, la que por supuesto tiende a ser gran negocio debido a la alta densidad demográfica que registra esa tribu, la de los tilingos y las tilingas.

Se trata de un local instalado en la esquina que hacen las calles Sucre y Castañeda, en el Bajo Belgrano, por cierto una de las zonas preferidas por los porteñotilingos, ellos y ellas. Se llama Kona, una palabreja que vendría de corner, que es esquina en inglés…¡Si eso no es tilinguería que baje el que os dije del cielo y suba Lucifer desde el averno y me lo expliquen!

Mientras tanto les cuento yo, sin pretensiones explicativas, lo que por semejante boliche se posó sobre mi mesa.

Llegó la picadita que se llama de vegetales en modo pickles, o encurtidos, que se llama Fukusai y al final te la cobran al estilo cubiertos tanto, y fueron algo así como 700 pesos.

Sí a las frituras en Tempura de mar que las presentan como Agemono, por casi 3.500 pesos. A unas Gyoza a la plancha, de carne de chancho y jengibre, y a un plato de calamares llamados Butter Soyu, en empaste de manteca y soja. Y a una Molleja Shogayaki, que es demasiado nombre para unas mollejillas al verdeo, dizque a la japonesa.

No quise más. Ya me había llegado antes hasta el espacio Kona Bar, parce que feudo de la socia de Lepes, donde probé un intomable por lo empalagoso Kiiro To Aka No Ume, una suerte de gin con jugo de ciruela, ciertos almíbares, maraschino y jugo de limón, y la cuenta ya pasaba por lejos las diez lucas; todo a precios de la última semana de febrero, dato temporal de altísimo valor en esta Argentina sin medidas ni mesuras, una suerte de reino del revés, pero para vivillos, del gobierno y de los negocios.

En fin un gran exponente, ni rico ni feo; vulgar por lo rebuscado de sus sabores, olores y texturas, de la cocina tilingagurmé.

Kona

Castañeda 1899, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Martes, miércoles y jueves de 20 a 00 hs. Viernes y sábado de 20 a 01 hs.

Por su calidad real, carísimo

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