¡Ay Corrientes…! Pero allí nos esperaba Lalo y su Tomatito de oro

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Felices estamos porque para otorgar un Tomatito dorado nos aprestamos…Ya, en unas pocas líneas más, llegará el momento para ello, tras sentarnos a comer. Pero antes cómo no recordar una historia que es todas las historias de aquella esquina y de aquél universo que ya no es, de una calle Corrientes, de bodegones, librerías y del Ramos y La paz, cafés con pocillos y cucharitas de entreveros apasionados.

Por las noches, cara sucia de angelito con bluyín, vende rosas en las mesas del boliche de Bachín. Si la luna brilla sobre la parrilla, come luna y pan de hollín. Cada día en su tristeza que no quiere amanecer, lo madruga un seis de enero con la estrella del revés, y tres reyes gatos roban sus zapatos, uno izquierdo y el otro ¡también!…Chiquilín, dame un ramo de voz, así salgo a vender mis vergüenzas en flor, baleame con tres rosas que duelan a cuenta del hambre que no te entendí, Chiquilín. (Horacio Ferrer-Astor Piazzolla 1969).

Y también imposible no contarles esto. De niño, Pablo Alberto González abría las puertas de los taxis y con la madre vendía ramilletes de flores.  Así fue como, a los 9 años, conoció a Ferrer y a Piazzolla, cuando se juntaban a cenar en el viejo Bachín, en la esquina de Sarmiento y Montevideo.

Yo soy el Chiquilín de Bachín…La noche que el tango fue estrenado en el teatro estuve ahí, y nos aplaudieron, le dijo un día a uno de los tomateros, cuando trabajaba en un bar y centro cultural de Lomas de Zamora, el Mugica se llamaba el boliche.

Bachín era el nombre del primer dueño y cocinero de aquella fonda, sí Bachín, abierta en plena crisis del ’29 del siglo XX. En la actualidad y hace ya unos años en aquella esquina de Sarmiento y Montevideo funciona el Paseo La Plaza, muy transitado entre sus locales gastronómicos – al cual peor – y algunas salas para espectáculos.

Pero por suerte allí también existe Lalo de Buenos Aires, el bodegón que salva el honor del tan estruendoso pero desangelado solar. Para más datos: queda en Montevideo 306 CABA. Su teléfono es 11 6320-5335.

Abre cada santa jornada, al medio día y para cenar. Estuvimos la semana pasada y no sabíamos lo que sigue. Acabamos de enterarnos leyendo en la Web los comentarios que hiciera haya ya un tiempo Carolina Gruss, de la revista Acción.

Es una cooperativa que se formó en 2014, cuando los trabajadores de un restaurante quebrado por sus dueños lo tomaron en sus manos, como ha sucedido con tantas empresas recuperadas. Fue fundada por trece gastronómicos

Algunos tomateros y otros caminantes de los caminos porteños – ellos  y ellas – fuimos a cenar sin conocimiento previo y alguno acerca del lugar, tras haber disfrutado de una suerte de concierto musical y poético en uno de los teatrillos que por esa comarca viven o sobreviven, según los casos.

Somos sinceros. Nos sentamos con pocas expectativas, aunque pronto comenzaron a llegar señales de que allí algo notable estaba por suceder: Mozos de los de antes, con oficio y maneras al estilo de la vieja guardia, con chalecos negros y si no recordamos mal, tocados en gola con moñitos.

Y comenzó la función. Espaguetis a la puttanesca para dos. Ñoquis a la parisienne para uno. Ensaladas y milanesas, y purés y papas fritas para varios. Flanes, por supuesto con dulce de leche y por qué no con crema, también para varios. Vinos tintos de la casa y sazones a cargo de molinillos para buena pimienta, vinagre balsámico de los buenos, espesos; y un aceite de oliva que luce entre los mejores vernáculos, el Yancanelo, de San Rafael, Mendoza.

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Cocina sin remilgos pretensiosos. Noble y generosa. De buenos cocineros de los de veras…Antes de irnos, fue un placer saludar a cada uno de los mozos y al personal de cocina con un apretón de manos y un estuvo todo perfecto, muchas gracias…Quizás lo precios podrían ser algo más piadosos, pero en esta Argentina desquiciada, vaya a saber uno en que quedó aquello de la piedad.

Y antes de despedirnos ahora de ustedes repetimos aquello ya escrito sobre nuestras cucardas, porque esta vez sí que sale un Tomatito de oro para Lalo de Buenos Aires.

Las evaluaciones para hacerse merecedores de los Tomatitos dorados o las Cacatúas de lata siempre tendrán lugar desde el punto de vista que nos es propio y acerca de cuáles son  los intereses y las necesidades de los comensales.

Es decir, vamos a contracorriente de lo que suele mover a buena parte si no a casi la totalidad de la llamada prensa gastronómica, tanto de la tradicional como la de la nueva era digital.

Restoranes, bares, chiringuitos, tabernas, cantinas, bodegones y borracherías. Almacenes, tenderetes, ferias, mercados – los super y los otros-, mercadillos, lonjas, zocos, y baratillos. Panaderías y bollerías. Verdulerías, pescaderías y tablajerías, que son carnicerías. Vinerías y afines…

En fin, todos aquellos que produzcan o nos provean de santos elementos para el yante y el manduque; para el beber, el escancio, el libar o el chingue…

Todos serán considerados no sólo por la más o menos sabrosura de sus haceres y mercadeos, sino también, y quizás sobre todo, por la lealtad, la observancia y la nobleza que le sean notorias – o carezcan – ante los comensales que en ellos confían…

Y especiales pitorreos recibirán los impostores, que tantos y tan aplaudidos son por quienes los promocionan, pares en malas cualidades entre ellos.

Y a título de última aclaración…

Las denominaciones de nuestras condecoraciones simbólicas reconocen los siguientes orígenes.

Los Tomatitos de oro para vitorear se explican a sí mismos gracias al nombre con que bautizamos a esta revista.

Las Cacatúas de lata porque, en son de humorada, nos inspiramos en la letra del tango Corrientes y Esmeralda (1933), de Francisco Pracánico y el gran Celedonio Flores que dice… En tu esquina rea, cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel

¡Bravo entonces por el Tomatito de oro para el bodegón Lalo de Buenos Aires!

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