Como en las rías pero a la porteña, en El Faro de Vigo
Sí, del restaurante de la Asociación Mutual Residentes de Vigo en Argentina hablamos. Una casona por el Sur del barrio de Almagro, de esas que cuando pasamos por su puerta nos recuerda aquello de nada, nada queda en tu casa natal…Solo telarañas que teje el yuyal…Y el rosal tampoco existe…Y es seguro que se ha muerto al irte tú…Todo es una cruz. Nada, nada más que tristeza y
quietud…Nadie que me diga si vives aún…Y dicho sea de paso: ¡Cómo la cantaban Julio y Mercedes, los dos Sosa…!
Queda sobre la calle Quintino Bocayuva 522, abre casi todos los días a partir de las 12 del medio día – domingos sólo para almorzar – y su teléfono es 011 4982-743. Conviene reservar si se trata de ir a cenar.
Sus salones son de aquella época, de cuando la Mutual fue fundada, en los primeros años del siglo XX; con todo el encanto del tiempo a buen resguardo y habitado por almas, pues en ellos todo es mesa, vinos y de la mejor cocina española a la porteña, de bodegón y cocoliche, como define al mestizaje de la culinaria urbana de los argentinos el tomatero Víctor Ego Ducrot.
Tal cual recuerda Manuel Corral Vide en un texto de 2019 publicado por la española Crónicas de la Emigración, al referirse a algunos de los legados de la coquinaria gallega a los fuegos porteños:
Tortillas de papas con chorizos, carnes al horno mechadas y adobadas, papas ‘a la española’, versión libre de empanada gallega, arrollados de carne, arroces caldosos o melosos (a veces con el nombre de paellas), buñuelos y croquetas, salpicones, lenguas guisadas o en vinagreta, escabeches, riñoncitos asados o estofados, hígado encebollado, merluza a la gallega o frita, corvina, o besugo a la gallega, pulpo a la gallega, conejos, ranas, callos (mondongo) a la gallega, budines de verdura, papas, zapallitos y pimientos rellenos, guiso de lentejas, ternerita a la española, puchero a la gallega, o criollo con más carne de ternera y choclo, pescados a la parrilla o plancha, pollos rellenos.
Entre los postres, eran infaltables los flanes, arroz con leche, brazo de gitano (similar al pionono), manzanas asadas, tarta de manzanas, torrijas, castañas o higos en almíbar, leche frita, tarta de almendras, filloas (panqueques), tortilla quemada al ron (llevada por los indianos de Cuba a Galicia, y traída por los inmigrantes de Galicia a Buenos Aires).
Pero volvamos a nuestro Faro de…
Fuimos dos los comensales tomateros y a saber compartimos – la generosidad de los platos así lo recomienda – una bandejilla de las consabidas rabas, perfectas ellas en su punto justo de fritura, crocantes y secas por fuera, de ternura ejemplar en su interior; y luego que media paella, como esas que el Altísimo o el Bajísimo mandan.
Arroces en su tiempo, sazones ni encendidas ni timoratas, y variedad y calidad de mariscos sin miramientos. Debemos decirlo, de las mejores en los últimos tiempos.
Como nos habíamos portado mal en la escuela nos quedamos sin postres, pero cuando una próxima visita tomaremos revancha.
En vinos, moderados: un joven Pedro Jiménez Malandra, de la bodega mendocina Yanardi. Por su relación precio-calidad, más que recomendable.
Atención justa, con la cordialidad del tabernero; y a la hora de la cuenta, mucho más que moderada ella.
El café y después…con nuestra promesa de volver.
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