A Berlín por la Ruta 66, para encontrarnos con Pappo’ Blues
Fue a las once de la noche del primer viernes de este mes.
Viaje mágico y misterioso. Nadie la parlaba en alemán.
Las calles del barrio aquél olían a Buenos Aires.
Casi siempre nos faltan cinco para el peso, o no llegamos o nos pasamos. Aquella vez nos anticipamos a la cita.
Había que darle tiempo al tiempo pero teníamos hambre y no podíamos esperar por el prometido tapeo, que para nosotros es picada.
Enfilamos hacia la pizzería Marechiare, Fernández de Enciso 4607. Abierta en 1960 por inspiración del italiano Vicente Mustrazzo. Después de tanto años es ícono en su barrio (ya sabrán cuál es)…Buenas sus propuestas a la piedra, sobre todo en monturas (la de burrata con tomatillos que le dicen cherry…lograda), pero las masas…mmmm…fallidas; con falta de humedades, sobre todo. E imperdonable: se habían quedado sin Moscato.
Ahora sí.
Estamos en el Café Berlín, el refugio para músicos y melómanos que nació hace mucho en Madrid. Allí cerró y abrió sus puertas y sus sonidos hace un par de años en el barrio porteño de Villa Devoto.
Tocaba Ruta 66, una banda de maestros argentinos del blues y el rocanrol. Uno de ellos, el genial guitarrista Jean Gabriel “Conejo” Jolivet, explicó después del concierto: fue un encuentro entre quienes alguna vez tocamos con Pappo’Blues y otros más jóvenes, excelentes compañeros.
Luca Frasca, Nico Raffetta y Santiago Rosseli en piano. Paloma Sneh en saxo tenor. Vasco Bariain en voz. Luis Robinson en armónica. Juanpi Borrini en guitarra. Riqui “El Griego” en batería. Ian Robinson en bajo; y quien es leyenda, Jean Gabriel “Conejo” Jolivet, también en guitarra.
Ellos evocaron la sonoridad hechicera de Pappo’S Blues, la banda, y la obra del mítico Norberto Aníbal Napolitano o Pappo (1950-2005). Quienes copamos el Café Berlín aún gozamos de aquellas vibraciones.
Para alguno de nosotros fue como deambular por los clubs del South Chicago y escuchar a Albert King (1923-1992) o a cualquiera de los bluseros anónimos que cada medio día se daban cita en el viejo Maxwell Street Market, pero con los aires runflas y rocanroleros únicos de estas costas barrosas que le dan vida a las orillas occidentales del Plata.
Resignamos lo del tapeo y los vinos berlineros para otra tenida. Aquella noche del primer viernes de noviembre fue primero de Negronis – gin, Campari, vermú rojo y una rodaja de naranja – para saciar la sed con el dulzor de lo amargo, y después de Jameson, el whiskey de los irlandeses, vaya a saber por qué nos sabe a blusero.
Dos de la mañana.
Los taxis que no pasan.
No importa.
Aún suena el encuentro en nuestra memoria más reciente.
La nieta de uno de los tomateros acababa de recibir su cumpleaños en ese viaje mágico y misterioso, a Berlín, por la Ruta 66 y para encontrarse con Pappo’s Blues.
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