“Huevos encamisados”, un comer campesino yucateco que sobrevive

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Los huevos encamisados no están en los restaurantes famosos de Yucatán, si se quiere uno para el almuerzo hay que ir a las comunidades, a las pequeñas cocinas, pero todo valdrá la pena. Se trata esto de un breve artículo tomado del sitio México Desconocido y aportado por esa notable página Antropología de la alimentación: más allá de la comensalidad).

Muchas veces los platillos más deliciosos surgen del estilo de vida de una sociedad, de sus necesidades, de sus características. Es el caso de los huevos encamisados de Yucatán, un alimento tan sencillo como sabroso. Su creación se ciñe a las cocinas de las comunidades, en donde sobre todo se da de comer a la gente de campo.

Porque para ser honestos no son vistosos, ni estrafalarios, su imagen no llama mucho a ser presumidos. Ellos son todo lo contrario: discretos; su preparación es básica.

Primero se pone en el comal (plancha) un círculo de masa para tortilla de maíz, se deja cocer de un lado, luego del otro, y pasadito del minuto la cocinera oprime el centro de la tortilla recién creada para que ésta infle.

Una vez llena de aire en su interior se le hace una pequeña incisión a la orilla, para que se cree una especie de bolsa, así se le introduce un huevo crudo, luego se vuelve a cerrar con un doblez y se pone a cocer hasta que el blanquillo se cueza en su totalidad. Listo.

Entonces, la tortilla queda lista escondiendo un huevo en su interior. Sobre ella se vierte salsa de chiltomate (tomates rojos, chiles habaneros, cebolla, ajo, pimienta, sal; con frijoles refritos)

Y como se dijo al principio, los huevos encamisados surgieron de la forma de vida de los antiguos pobladores de Yucatán. Con ellos se alimentaba al medio día a los trabajadores que desde temprano trabajaban en la milpa (agro ecosistema mesoamericano cuyos principales componentes productivos son maíz, frijol y calabaza).

Tal vez a la par empezó a ser común entre las familias yucatecas con un gran número de integrantes, algo así como entre nueve a 12 hijos, cuyas madres ante la imposibilidad de comprar carne todos los días, les preparaban un huevo encamisado a cada uno.

Por eso este platillo campesino ha vencido el olvido. A muchos yucatecos les recuerdan a la infancia, a los desayunos de mamá, quien cocinaba los huevos encamisados como se cuece el amor, a fuego lento.

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