El salmón: sustentabilidad y amenazas de más hambre en el mundo
De un manjar para unos pocos a un producto alimenticio de amplio consumo. El paso fue corto. En tan solo unas décadas, el salmón ha pasado de ser un alimento de lujo a uno de los pescados más requeridos. Es difícil encontrar una especie de pez que represente la globalización alimentaria mejor que el salmón.
Desde los supermercados hasta los restaurantes, ya forma parte de la oferta gastronómica en todo el mundo.
Hoy en día no puede faltar en ningún lugar donde se coma sushi o pescado crudo. ¿Podrías imaginarte un restaurante con todo lo que puedas comer que no tenga sashimi de salmón en el menú? Desde el punto de vista nutricional no hay que discutir sus propiedades, ya que puede ser una valiosa fuente de ácidos grasos Omega-3, vitaminas y sales minerales.
Pero lo que llega a nuestras mesas podría resultar menos nutritivo o saludable de lo esperado, tal vez en contraste con la necesidad contemporánea de comer de manera ética y sostenible.
¿De qué depende? De los problemas críticos que puedan presentar sus granjas y la acuicultura en general. Y pensar que esto último sigue siendo identificado por las instituciones como una de las posibles respuestas al dilema de nuestro siglo, la posibilidad de que dentro de algún tiempo los recursos alimentarios no sean suficientes para todos.
Acuicultura, la respuesta institucional a la escasez de alimentos
Según las Naciones Unidas, dentro de sesenta años, la población mundial alcanzará casi los 10 mil millones. Se estima que habrá 2.000 millones de habitantes más que en la actualidad. Ese crecimiento demográfico plantea la inevitable pregunta: ¿podrá la producción de alimentos hacer frente a la presión de la demanda futura? A este ritmo, el riesgo de una crisis alimentaria mundial está a la vuelta de la esquina.
Las instituciones están especialmente preocupadas por los volúmenes derivados de la ganadería, que se prevé incapaz de satisfacer la demanda de proteínas que, según la ONU, debería aumentar un 70% de aquí a 2050.
Si no fuera por la emergencia de despoblación de los mares, de la que es responsable la sobrepesca de los últimos 50 años, el pescado salvaje sería una alternativa válida a la carne.
El empobrecimiento de nuestras aguas, con varias especies de peces en riesgo de extinción, nos ha llevado a mirar hacia otros lados.
Es por ello que, desde principios de siglo, la acuicultura ha sido identificada por la FAO como una solución a la escasez de alimentos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura la sitúa en el centro de su Transformación Azul en la lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo.
Tanto es así que insta reiteradamente a la Unión Europea a financiar el desarrollo del sector. En 2020, una fuerte señal política proviene del Fondo Europeo Marítimo, de Pesca y de Acuicultura (EMAFFA): en respuesta a la escasez en las cuencas mediterráneas, se asignan 6.100 millones de euros para el período 2021-2027.
Expansión sin precedentes
La acuicultura es una práctica antigua. Se originó hace 4.000 años en China, desde donde se extendió gradualmente al resto del mundo hasta convertirse en una de las industrias de más rápido crecimiento del siglo XXI.
El negocio del cultivo y la cosecha de organismos acuáticos en agua dulce y salada para el consumo humano y la conservación ha crecido a un ritmo récord.
El informe SOFIA 2024 de la FAO destaca una expansión sin precedentes: en 2022, la acuicultura superó a la pesca de captura en términos de producción por primera vez (94,4 millones de toneladas frente a 92,3 millones de toneladas de peces silvestres).
Considerando el aumento de la población mundial de aquí a 2050, según el mismo informe, sería necesario aumentar la oferta en 36 millones de toneladas, lo que equivale a un incremento del 22%.
La estrategia que plantea la piscicultura como actividad para garantizar la seguridad alimentaria presupone que la producción, con nuevas tecnologías e inversiones, continúe a pleno ritmo.
Empezando por el hecho de que sea verdaderamente sostenible y contribuya así a la recuperación de las poblaciones de peces y por tanto a la protección de la fauna marina.
La impactante investigación sobre la cadena de suministro intensiva escocesa
La visión político-institucional que se centra en las granjas choca con la posición de los activistas por los derechos de los animales, especialmente cuando se trata de la salmonicultura.
Las investigaciones llevadas a cabo por investigadores encubiertos han causado sensación mediática, ofreciendo un retrato preocupante de la cadena de suministro intensiva escocesa.
Las pruebas contundentes recogidas en 2021 por los inspectores de la red mundial de asociaciones liderada por la organización CIWF, Compassion In World Farming , delatan a las multinacionales que ostentaban el monopolio gaélico .
Las imágenes, todavía disponibles en essereanimali.org, muestran el hábitat insalubre en el que se cría la especie de salmón del salar del Atlántico , la más comercializada: espacios limitados, claustrofóbicos cuando menos, caracterizados por aguas sucias, llenas de algas y excrementos.
Sin contar las condiciones de los ejemplares de cultivo: sufriendo, sin partes anatómicas y roídos por las coronas de la muerte, los “collares” de piojos de mar que se insinúan bajo la cabeza del pez. Una proliferación de parásitos y enfermedades que aumenta la mortalidad de los salmones, que no siempre llegan al matadero.
Ya en 2012 -según National Geographic– las granjas escocesas perdieron casi el 10% de sus peces por la enfermedad amebiana de las branquias, mientras que en Chile se han perdido al menos 2.000 millones de dólares en salmones desde 2007 por anemia infecciosa.
Años después, las cifras tampoco parecen haber mejorado en Noruega. Por ejemplo, el informe del Instituto Veterinario Noruego sobre la fase de crecimiento de 2023 en el mar informa una tasa de mortalidad del 16,7%, equivalente a 62,8 millones de salmones.
“No existen granjas sostenibles”
La mortalidad podría estar influenciada por los químicos utilizados y las prácticas implementadas para “sanitizar” las granjas, medidas que pueden estresar a los peces, provocando su muerte prematura.
Éstas son las acusaciones que hacen las ONG contra la industria moderna del salmón. Aunque hay algunos expertos que sostienen que las estadísticas deben considerarse a la luz de un análisis más profundo que involucre el cambio climático y el calentamiento de los océanos , un fenómeno que unido a la falta de recirculación de agua parece contribuir a la insalubridad ambiental de algunas jaulas flotantes.
Sin embargo, la condena de los animalistas al sector no se refiere sólo a las supuestas violaciones al bienestar animal, sino también al impacto que tendría sobre los ecosistemas circundantes.
Por un lado, la muerte de la flora marina y la consecuente desertificación de los fondos marinos debido a la contaminación producida por la eutrofización.
Por otra parte, la reducción de las poblaciones de salmónidos salvajes (especies del Atlántico, trucha marina, salmón rosado, chum y coho ), demostrada por el estudio en Plos Biology, que incluso evalúa los casos de ejemplares escapados -hace unos días 27 mil de ellos escaparon de una planta noruega- identificando las repercusiones sobre las poblaciones salvajes : hibridación y transmisión tanto de enfermedades como de parásitos.
A ello se suma una dieta que, aunque diversificada respecto al pasado, sigue explotando otros recursos pesqueros: pequeños peces azules para transformar en pienso. Lo cual es un poco extraño para una práctica financiada por organismos nacionales y supranacionales para salvaguardar la biodiversidad. Aspectos todos ellos que aprovechan quienes claman por la insostenibilidad del modelo productivo. Una visión que no se abre a ningún tipo de crianza, ni siquiera extensiva.
Lo que cuenta es el procesamiento, no el país de origen
Entre los criadores y distribuidores hay muchos que creen que el problema no es la acuicultura en sí, sino su proceso de intensificación.
Lo que marca la diferencia es el trabajo de cada empresa, independientemente de la certificación o del origen (el país donde está ubicada la granja).
Y contrariamente a lo que se podría creer, dejando de lado por un momento el problema de la sobrepesca, el salmón salvaje no es necesariamente sinónimo de calidad.
Versión del texto del colega Eugenio Marini, tomado de la revista Gambero Rosso.
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