Estratégica alianza Chino-Cocoliche contra la carestía y para morfar muy bien

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En la Argentina del desquicio, que es la Argentina actual, donde gobierno, productores de alimentos, comerciantes y restauradores viven a la caza del dinero fácil – ¿qué son si no las políticas de endeudamiento y ajuste de la Rosada y ese estar al acecho de los privados para dar zarpazos con sus precios? -, un chino y su compañeros de ruta por un lado, y una idea, un concepto teórico para el estudio de la cocinas por el otro, decidieron sellar una alianza para beneficio de los bolsillos y los disfrutes de los comensales porteños.

Acontece desde el 1 de este abril en Buenos Aires, precisamente en el barrio de Almagro, en La Cocina de Juance.

Allí transcurre lo mejor de la coquinaria de aquellas lejanías en nuestra ciudad y nos  animamos a decir que es casi el único local dedicado en serio a las verdaderas cocinas callejeras y familiares de China.

Desde que abrió sus puertas, hace ya más de dos años, venimos siguiendo el trabajo de Juance Lin, acompañado por “Palito” Lin, su padre, y Alfredo Gasamanes, laderos insustituibles para la buena marcha aquí del proyecto que una vez así enunció Juance: quiero brindarle a la gente del barrio las comidas que se hacen allá en China, en las casas de mi pueblo.

Todo lector informado de esta revista tan influyente a nivel planetario habrá notado que observamos detenidamente el trabajo de quienes ya son nuestros amigos, porque consideramos que estamos ante un caso culinario excepcional, por su filosofía, sus recetas, la calidad de sus fuegos y la manera de relacionarse con sus comensales.

Hace muy poco nos referirnos a sus canelones de Hong Kong. Sin embargo decidimos volver sobre ellos, pues supieron leer las necesidades del barrio, sobre todo de sus trabajadores, a los que se le hace difícil llegar a almuerzos a precios accesibles y de calidad culinaria.

Pese a que solían abrir sus fuegos recién al atardecer, para ofrecer los menús de autentica cocina asiática en horarios de cena, decidieron sumar los mediodías, con platos del día y realmente a precios más que bajos.

Pero añadieron una originalidad que nos permite hablar de cierta alianza estratégica chino cocoliche.

Apelan a rasgos muy propias de sus cocinas originales para aplicarlos a platillos típicos del viejo bodegón porteño; y ese mestizaje entre culturas culinarias es lo que en Tomate denominamos comer cocoliche.

Y para muestra sobra un botón, como dice el refrán, aunque entre nosotros, mejor suena sobra un plato: albóndigas con puré; más de bodegón y gratificante al gusto y al apetito al medio día para seguir yugándola, imposible.

Preparan al menos dos opciones por día. Y porque nada más cocoliche que las albóndigas que justo ofrecían en ese momento, es que a ellas ahora nos referimos…¡Qué historia y prosapia tienen y en Buenos Aires hasta un poco chinas se hicieron!

Ya volvemos para finalizar con nuestro tema, pero antes, siempre una tentación, algo de historia.

Las albóndigas son muy de antaño, por siglos de los siglos. El rey de los asirios Asurnasirpal II, del siglo IX a.C., celebró el fin de sus grandes obras públicas con uno de los grandes banquetes de la Antigüedad. De esa experiencia surgieron las tablillas de Yale, podría decirse que el primer libro de cocina de la Historia, hechas de carnes en salsa de nueces y jarabe de granadas…

Vean ustedes de cuánto tiempo atrás estamos escribido. Nuestras albóndigas llegaron de España, y allí provienen de la cocina de al-Ándalus, del Emirato de Córdoba durante el siglo VII.

Y pensar que aquí se están haciendo chino porteñas…

Por último. Aquél mediodía, comensales de la vecindad de Almagro podían también anotarse con un arroz con pollo, pero con secretos de las cocinas más o menos cercanas a las de Shangai; y por supuesto a precios preferenciales.

Gran idea de la de Juance y su troupe, añadir esos medios días a su noche que son de lujo asiático, propiamente dicho.

¡Ah, La cocina de Juance, queda al 500 de la calle Salguero, metros de la plaza Almagro…!

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