La culpa es de Donald pero no del pato: los aranceles contra el buen vino

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El mercado estadounidense del vino estará dominado únicamente por los grandes grupos. Eric Asimov del New York Times, será cada vez más difícil para los consumidores estadounidenses encontrar buenos vinos a precios bajos.

Una nota del colega Marzio Taccetti, de la revista italiana Gambero Rosso da cuenta de uno de los tantos efectos que tendrán las decisiones belicistas comerciales de Donald Trump sobre su propia sociedad; y en este caso acerca de un tema tan caro a nuestras miradas.

Una cuestión que seguramente seguirán de cerca los exportadores argentinos, pese a la mirada boba y criminal del gobierno de Javier Milei, el ridículo buscador de fotos con el presidente estadounidense y amanuense del “arbolito” VIP, Toto Caputo, jefe de la Economía nacional, fugador serial de divisas

Con los aranceles de Trump suspendidos por 90 días, ¿puede el mundo del vino respirar aliviado? No exactamente: según Eric Asimov, crítico del New York Times , el arancel universal seguirá aumentando los precios en detrimento del consumo y afectará a los vinos más baratos y a las pequeñas empresas exportadoras de vino.

La producción local tampoco se beneficiará porque cada vez será más difícil encontrar buenos vinos a un precio bajo y asequible para todos. Además del daño que causarán a la red de pequeños importadores y distribuidores, minoristas y restaurantes responsables de llevar el vino a los consumidores estadounidenses, los aranceles reducirán las opciones para los consumidores con menos recursos.

Para el autor de la columna Veinte vinos por menos de 20 dólares la tormenta no ha pasado. Durante años, no tuve problemas para encontrar vinos expresivos entre $ 15 y $ 20. Un rango de precios que considero ideal, escribe Asimov.

Sin embargo, esta posibilidad está destinada a desaparecer. Más que los vinos caros, serán los de menor precio los que sufrirán el impacto de los aranceles, un efecto que repercutirá en el consumo. A quienes estén dispuestos a pagar 200 dólares por un Cabernet Sauvignon del Valle de Napa no les importará que suba a 250 dólares, escribe Asimov.

Mientras que los amantes del vino que se preocupan por el precio dudarán en pedir un cava de 18 dólares que suba a 23 dólares. La demanda disminuirá y el vino podría desaparecer de los estantes, añade.

Las sanciones a las importaciones, entonces, amenazarían la red global de pequeñas empresas “responsables de la diversidad del vino”. Empresas familiares, pero también distribuidores, importadores que «se han resistido a ser comprados por grandes grupos», explica Asimov.

Lo que temo es que las pequeñas empresas queden arrinconadas y nos encontremos con un mercado del vino dominado por unos pocos grandes grupos, sostuvo

En teoría, los aranceles podrían beneficiar al mercado de producción estadounidense, pero esta suposición presenta un problema: Los buenos vinos hablan del lugar donde se cultivan las uvas. No se puede simplemente sustituir un riesling elaborado en el valle del Mosela por uno del estado de Washington. Nunca tendrán el mismo carácter, señala

A esto se suma el hecho de que en Europa los gobiernos tienden a apoyar financieramente a las bodegas, mientras que en Estados Unidos esto no sucede.

Esto dificulta que los vinos estadounidenses compitan con vinos europeos de calidad similar, especialmente en los rangos de precios más bajos, considerando también los mayores costos fijos de producción en Estados Unidos concluye el crítico.

El aumento de los precios debido a los aranceles conducirá a una disminución en la disponibilidad de buenos vinos a menos que los consumidores estén dispuestos y puedan gastar más dinero, creando un efecto dominó que afectará a todo el sector del vino.

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