¡Que viva el “vino chino”!

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¿Usted vive en Buenos Aires y quiere comprar vinos a buenos precios, o al menos con una relación aceptable entre precio y calidad?

Si es así sepa entonces que deberá cumplir con ciertas condiciones o, al menos, aceptar algunas digamos que verdades y a contramano de ciertas afirmaciones infundadas.

Es decir, deberá enfrentarse a los prejuicios y si se dejó llevar por los efluvios de la modas, ahora amplificadas por la redmanía y los mercachifles o gorgoteros digitales, que es lo que son los influencers, tendrá que arrojar al rincón de los trastos viejos todo el ropaje de la charlatanería vinera, esa que dice que para beber es necesario saber de sabores a madera, por ejemplo, o tener una nariz de superhéroe.

¿Cumplió con nuestras recomendaciones? ¿Sí?

Bien. Entonces lo primero, ya que nuestro título fue adrede engañoso.

No nos referimos a vinos elaborados en China. Por ahora es uno de los pocos productos sobre los cuales no ha podido meter sus manos tan industriosas que son ejemplo, más allá de ciertos licores, en especial a base de arroces, y a los que suelen llamar vino.

Se trata de…

Recorra con cautela los súper chinos que tanto y tantos existen en la ciudad y preste atención a sus góndolas para bebidas alcohólicas y en particular a las dedicadas a los vinos.

No en todos, claro está, pero sí en muchos, las propuestas vineras son notables. Una amplia gama de bodegas y etiquetas y en general a precios muy por debajo de los aparecen en los grandes supermercados y en los locales especializados.

No recorrimos todos ni participamos de esa manía mentirosa que aflige a casi toda, por no decir toda, la llamada prensa gastronómica, consistente en encontrar siempre al mejor o la mejor en lo que sea sobre el mundo del comer y el beber, pura patraña mugrosa por lo alevosamente puesta al servicio de las empresas y no de los consumidores.

Por consiguiente, apenas si nos dedicaremos aquí a mencionar uno que nos llamó la atención, en el barrio de Almagro, en las inmediaciones de los que fuera el Mercado de las flores, hoy sustituido por un adefesio arquitectónico en el que habita un templo evangélico custodiado por patovicas vestidos de negro y del cual emanan cantos que parecen bramidos histéricos. Pasar frente a sus puertas en días de oficio atenta contra la salud.

Pese a la desgracia templaria un sinnúmero de pequeñas florerías subsisten en la barriada, dándole un algo de color y perfume a sus calles desangeladas.

Entre ellas, sobre la calle Acuña de Figueroa, que recuerda al uruguayo autor de las letras de los himnos nacionales de su país y Paraguay, más cerca de Sarmiento que de la Avenida Corrientes, allí abre sus puertos cada bendito día un chino que en materia de ofertas de vinos resulta más que recomendable.

Para el final una sugerencia de nuestra parte y no sólo para la compra de vinos en los comercios de la migración asiática en nuestro país, sino aplicable a toda adquisición vinera.

¡Ojo con la fiebre de etiquetas dizque originales, creaciones de los malignos publicistas, y con aquella botellas en las que se lee producido por tal (casi siempre una bodega sólo numerada), para tal comercializador, bla bla…!

Estamos en Argentina, no se olvide. Por consiguiente el vino debió ser elaborado y puesto en botella por sus productores…

Además nosotros somos hinchas tomateros de las bodegas tradicionales y en manos de las familias que le dieron origen…En todo caso también de algunas de edades menores en el arte de la vitivinicultura pero que, con un poco de atención escabiadora, podremos desentrañar e identificar con buenos rumbos.

¡Salud!

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