Algo huele mal en Dinamarca…
Víctor Ego Ducrot
Pietro Aretino. Jean Anthelme Brillant Savarin. Balthasar Grimod de la Reynière. Antonin Careme. Pellegrino Artusi. Abad Alegría, Francisco. Cavalcanti, Ippolito. Álvaro Cunqueiro. Auguste Escoffier. Mestre Robert, Rupert de Nola o Roberto de Nola. Elisabetta Moro. Maurice-Edmond, Curnonsky. Bartolomeo Scappi, Manuel Vázquez Montalbán. Massimo Montanari. Andrea Camilleri. Alfonso Reyes. Doña Petrona C. de Gandulfo. Nitza Villapol. Sor Juana Inés de la Cruz.
Algunos y algunas. No todos ni todas. Escritores de distintas épocas, diferentes experiencias y variadas lenguas que produjeron textos gastronómicos fundadores, insoslayables.
Qué dirían sobre lo que está sucediendo en la Europa actual, timorata en lo político, pues el cuco Washington la asusta como si fuera una niñata y cristalizada respecto de su frondosa prosapia intelectual y artística, y por supuesto culinaria.
¿Se armarían con arcabuces de ideas y escudos de memoria para salvar sus cocinas? Supongo que sí, y los tomateros nos sumarios con cuerpos y pasión.
Porque vean lo que acontece, y aviso que en esta entrega lo mío fue lo que acaban de leer, más lo presente: no se trata de de estar contra los principios de sustentabilidad y salvaguarda del planeta, acosado por la voracidad del sistema global capitalista. Al contrario, para que esa lucha se posible todos deberíamos rescatar el buen sentido, la memoria histórica, contra los embustes y manipulaciones del mundo actual, el de la mercancía total o absoluta.
Lo que sigue, entonces, pertenecesal pulso que circula en la prensa de aquellas tierras, del otro lado del Atlántico, aclarando que nos interesa porque nuestras burguesías bobas cretinas rápidamente copian, y lo que es peor, lo hacen mal.
Por ejemplo. Dinamarca intentará cambiar Europa incluso en la mesa, encabada un reciente artículo la revista italiana Gambero Rosso.
Indra Galbo informa en ese medio: El país nórdico asumió la presidencia del Consejo de la Unión Europea (UE) el 1 de julio pasado y se centrará especialmente en la educación verde, también en la mesa, impulsando una dieta más basada en plantas.
Dinamarca ha decidido lanzar una estrategia de «diplomacia vegetal» destinada a convertirse en un modelo para Bruselas. Durante varios años, el gobierno danés ha puesto un gran énfasis en una supuesta educación y cultura alimentaria que favorezca los alimentos de origen vegetal.
El objetivo enunciado de Copenhague consistiría construir un sector agrícola capaz de reducir las emisiones, generar empleos cualificados y abrir mercados internacionales…
Eso mismo (¡Ja!), el mercado todo poderoso: en este caso, el conformado por ciertas elites que son el público permeable a las campañas de publicidad fijadas en el pertenecer, aspiracionales, y disponen de posibilidades económicas para el consumo de comidas no asequibles a las inmensas mayorías empobrecidas que pueblan el planeta…
En la base de ese paquete de medidas propuesto por Dinamarca se encuentra el decidido fomento y subvención a la creación de las llamadas startups, instrumento capital del mapa tecnológico en el que se apoya la actual etapa del modo capitalista, el de la ya mencionada mercancía total o absoluta.
Incluye también el impulso de una estrategia denominada dieta planetaria, es decir poner en manos de una puñado de corporaciones la formación de gusto y elección alimentaria del conjunto de la humanidad, un negocio gigantesco a la vez que destructor de identidades y soberanías, factores decisivo de la gastronomía como patrimonio cultural intangible de los pueblos.
Los daneses vienen trabajando en ello desde hace un tiempo y con argumentos que, a primeras luces, resultan loables. Claro está que dejan de lado siempre las implicancias económicas, políticas y culturales de esos programas, propias de las nuevas matrices imperialistas.
Gambero Rosso hizo el siguiente resumen…
En 2021, el gobierno destinó aproximadamente 168 millones de euros a apoyar la producción y el consumo de alimentos de origen vegetal, creando así una iniciativa verdaderamente nacional en este ámbito.
En octubre de 2023, se formalizó el Plan de Acción para los Alimentos de Origen Vegetal«: un conjunto integral de medidas en materia de agricultura, consumo, educación, investigación y exportación, firmemente arraigado en el acuerdo político-agrícola de 2021. Al mismo tiempo, Dinamarca prevé imponer un impuesto sobre las emisiones agrícolas de la ganadería a partir de 2030, reforzando así la coherencia entre las políticas climáticas y alimentarias. En 2024, también se puso en marcha un fondo de 67 millones de euros para la innovación verde y la investigación en agricultura y proteínas alternativas, como parte de un paquete de 2000 millones de euros para la transición climática. El plan, una primicia mundial, promueve toda la cadena de suministro: apoyo a los agricultores, formación de chefs, campañas en comedores públicos, investigación sobre proteínas alternativas e incentivos a la exportación.
La labor del Secretario General de la Sociedad Vegetariana de Dinamarca, Rune-Christoffer Dragsdahl , fue clave en la implementación de este tipo de política alimentaria. Logró alcanzar la cima de la política nacional forjando alianzas entre agricultores, científicos y empresas emergentes. Gracias a su enfoque inclusivo, que evitaba los términos ideológicos «vegano/vegetariano», el plan obtuvo un amplio apoyo de las fuerzas políticas, incluyendo las de centroderecha.
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