¿Se acuerdan de los zapallitos rellenos?
Hace seis años, en aquella revista que dejó de ser pero que cuando fue, fue ejemplo y clase de periodismo, Socompa se llamba, nuestro columnista El Pejerrey Empedernido escribía para ella Ningún homenaje será suficiente a la memoria de Doña Cucurbita…Se los digo yo, que pensando en loas y agradecimientos justos muchas veces pierdo el sueño, o me despierto entre los blanquecinos tonos de las primeras luces.
Vean y pasen: pese a que para comienzos del Siglo XV en Irlanda ya se conocían los primeros textos acerca del Wiskey – con la e que los de la isla eternamente rebelde le agregan a la palabra – y el brebaje hacia las delicias de sus bebedores desde mucho antes, jamás encontré las palabras justas para bendecir a los destiladores originales del uisge-beatha.
Como así tampoco, ni por mucho, a los cultivadores legendarios de la vieja Syrah, que, dicen, es la uva de los persas con las que se elaboraron los primeros vinos; y siendo que ellos, los vinos, son casi el sino de mi existencia como cronista de retruécanos manducables, en letras pero también entro los fuegos sagrados de cualquier cocina a mano.
Pues, como se habrán percatado, espero, lo que sigue es todo homenaje, loas y recuerdos; y ya que estamos disculpen por el desorden, es que estuve cocinando tanto y escribiendo más que no tuve tiempo para poner razón del existir al caos de la bartulería, lo que también me obliga a disculparme o mejor diré explicarme por mi escritura, que rechaza la mordaza del sujeto, verbo y predicado, de las buenas sintaxis, a expensas, lo sé, de la paciencia de los lectores.
Dale nomás, dale que va, que allá en el horno nos vamo’ a encontrar (gracias Enrique Santos Discépolo); y qué tendrá que ver ello con los asuntos y tráficos habituales de este bodegón de letras, y dicho sea de paso cuánto hace que no tomo una (sopa de, aclaro), como ésas que preparaba mi abuelo, con muchas aes y bes, que vaya a saber uno por qué abundaban tanto más que zetas, emes y eses (ni les digo équises y doblesves) en el frasco de fideos en el boliche viejo de allá a la vuelta, enfrente de lo de “la Rita”, que así me encomendaban por mandados.
En caldo de gallina y verduras con deslumbrantes cantidades de provolone rallado, que ésa era la receta del viejo cocinero de la familia. Lo de Discepolo vino a cuento de la palabra horno, ya que nunca se los conté, claro, pero cuando hace ya algunos años el tal Ducrot escribió el librito Los sabores del tango, para rastrear y dejar testimonio acerca de cómo la poética tanguera refleja y narra los hábitos del comer popular de los porteños, y me animo a decir el de los argentinos, mucho más, el de los rioplatenses todos, no tuve más remedio que acudir a los que saben y así me anoticié de un recurso que se denomina préstamo lingüístico.
La técnica consiste en tomar nota de las palabras y expresiones de determinado campo semántico para ser utilizados en otro. Por ejemplo, existe un viejo tango que, fiel a su origen, para ser discretos dizque picaresco, dice algo así como que unos breteles finos le sujetaban a ella el estofado.
Pues bien, desde la óptica del llamado préstamo lingüístico podemos afirmar que estamos ante un ejemplo de cómo la poética tanguera da cuenta de un plato popular de la cocina nuestra, el estofado, por supuesto.
Y me acuerdo aquí, otra vez, del rey de los estofados; sí, mi mismo abuelo: piantaba temprano para la feria, para conseguir la mejor y más barata carnaza y los más verdes que te quiero verde, entre verduras y verduritas, hierbas y minestras – y eso que el viejo ni idea tenía sobre García Lorca-; y una vez de regreso a la casa, descendía los escalones de su sótano-templo, porque allí el hombre escondía sus saberes, por no hablar de salames y otras riquezas del hacer casero (era tano, ya se habrán dado cuenta). Cuando el estofado milagroso estaba a punto, después de no me acuerdo cuántas horas de fuego lento, entonces él metía mano en la pasta.
Pero dejo por hoy la pasta y pensemos en el horno en general, que viene de forno, de la cual deriva hacer fornicar, qué fino y pulcro me puse hoy para referirme a retozos, ayes y sudores. O en el pibería que cuando todo se desbarranca te dicen uy estás al horno.
¿Encendieron los suyos? Anímense y corten al diome y de un tajo con filo los mejores zapallitos redondos o de rajadura a lo largo si zucchini y que encuentren por vuestras cercanías. Rociénlos con un algo muy pequeño de aceite de oliva, sal, pimienta negra, orégano, ají molido y pimentón, este sin exagerar; y acomódenlos con ternura y casi a los besos sobre una placa o asadera apenas si engrasada con aceitillos. Y zás al horno hasta que sepan o mejor intuyan que prestos están, para acompañar carnes…de las que puedan, ¡por favor!
Y aquí nada de préstamos de palabras: acabo de recomendarles una receta para el disfrute de los mejores zapallitos, tan propios de nuestros aires culinarios.
Nota al pie, Cucurbita es la palabra que los que saben eligieron para denominar a la especie zapalléa que nos permitió el encuentro de hoy. Y como siempre, ¡salud! No se olviden del noble vino.
Ese texto ocurrió, porque los textos simplemente ocurren o se nos parecen allá por el 2019. Y el año pasado, los tomateros publicamos https://tomate.net.ar/2024/11/los-zapallitos-rellenos-de-la-cocinera-de-la-patria/…
Hoy otra receta…Para zapallitos redondos o zucchini…
Ingredientes para 4 personas: 3 papas medianas, 150 gr. de atún, 40 gr. de parmesano rallado, 100 gr. de mozzarella, aceite de oliva, sal y pimienta.
Lavar, los zapallitos y darles un breve hervor. Dejar enfriar, cortarlos por la mitad, eliminar la pulpa interna. Pelar, lavar papas, cortar en pedazos para que el final y tras ser cocidas se conviertan en un tazón grande de puré. Combina atún de lata desflecado, parmesano rallado y mozzarella picada. Ajustar sal y pimienta y rellenar los zapallitos. Sobre una placa aceitada hornearlos en un horno precalentado a 180° durante unos 20 minutos o hasta que se forme la corteza dorada.
Servir y disfrutar…
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