Ahora resulta que eras vegano… ¡Chau Drácula!

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Parece ser que, gracias al poder destructor de fantasía que tantas veces conlleva la ciencia, ni Bram Stoker, ni Bela Lugosi, ni Christopher Lee y tantos otros que nos hicieron oír ruidos inexistentes detrás de la ventana o nos cortaron la respiración frente a las pantallas, nos estuvieron engañando.

Y está bien, que de eso trata la ficción, ¿o no? Pero tampoco es menos cierto que esas mentiras, como las lejanísimas llegadas del gordo vestido de rojo arriba de un trineo y de los tres reyes jinetes sobre camello, todas terminaron por hacernos sentir felices.

Pero claro llega la ciencia y nos echa todo a perder.

La noticia ya tiene su tiempo pero hoy la revivimos gracias a uno de esos viajes de los tomateros por la redes.

El Drácula histórico, Vlad el Empalador,  lloraba sangre y, para colmo de males, algo que por estas páginas no podemos tolerar: era vegano.

¿Atrás quedó entonces el vampiro que nos asustaba y en el que después fuimos descubriendo un personaje con una carga eróticas que…bueno, bueno? De ninguna manera: la literatura y sus cuentos y relatos, después el cine y sus imagines y sonidos esconden poderes secretos.

Un estudio ha revelado que el príncipe transilvano Vlad Drácula, que inspiró al vampiro del mismo nombre, lloraba sangre; una afección «diabólica» que podría haber inspirado la leyenda. Además, una sorpresa: era vegano.

Así nos lo contaba hace dos años National Geographic.

Es bastante conocido el hecho de que el conde Drácula, el vampiro más famoso de la historia, toma su nombre de un noble transilvano del siglo XV: el príncipe de Valaquia, Vlad Drácula; conocido también como Vlad Tepes, que en rumano significa “el empalador”, en referencia a su costumbre de empalar a sus enemigos.

Sin embargo, algo que sorprenderá a mucha gente es saber que el Drácula histórico era vegano. Así lo afirma un estudio realizado por la Universidad de Catania, que ha determinado que la saliva, el sudor y las huellas dactilares presentes en documentos personales de Vlad Drácula no hay ni rastro de proteínas animales. Y aún más: el príncipe sufría una rara enfermedad que le hacía llorar sangre.

¿Quién era Vlad Drácula, el Empalador?

Vlad Drácula fue príncipe de Valaquia entre 1456 y 1462 y es uno de los gobernantes más importantes de la historia de Rumanía: está considerado como un héroe nacional por haber logrado mantener la independencia del pequeño vovoidato de Valaquia frente a las tentativas de Hungría y del Imperio Otomano por apoderarse de él.

Dicha independencia fue lograda en buena parte gracias a su carácter implacable: tenía la costumbre de empalar a los soldados enemigos y, en ocasiones, también a civiles, para sembrar el miedo entre sus adversarios. Esto le valió el nombre con el que se le conoce popularmente: Vlad Tepes, que significa “el empalador”. Su apellido provenía del epíteto de su padre, dracul, que significa “el dragón”.

El personaje fue la inspiración del escritor Bram Stoker para el mito del conde Drácula, el vampiro transilvano más famoso de la literatura y el cine.

Las historias de vampiros eran populares en el siglo XIX y Stoker escogió la figura de este despiadado noble porque, además, en rumano moderno drácul significaba “diablo”.

Bram Stoker trabajó como funcionario en Dublín y su novela no tuvo gran éxito durante

Resulta sorprendente y rompedor de un mito, visto el carácter del personaje, que el Drácula histórico fuese vegano. Pero así lo afirma un estudio publicado en la revista Analytical Chemistry: los autores han analizado químicamente los restos de saliva, sudor y huellas dactilares presentes en tres cartas escritas por el príncipe, y no han hallado ningún resto de proteínas animales; lo cual les ha llevado a afirmar que Vlad “el empalador” llevaba una dieta estrictamente vegana.

Pero hay más: el análisis ha revelado que Vlad Drácula sufría una dolencia conocida como hemolacria, que provoca que las lágrimas broten mezcladas con sangre. Esto puede ser un síntoma de numerosas enfermedades, desde conjuntivitis o heridas en el lacrimal hasta tumores.

Sin embargo, en la Edad Media era considerada como una manifestación diabólica y esto, combinado con la fama que se había ganado, seguramente hizo que muchos lo considerasen un auténtico diablo.

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