A la moda te acomodas y hasta te sienta bien: Sampa un restó distinto

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Mariana Baranchuk

Sampa restaurante se autodefine como 99  por ciento vegetariano y con sólo eso ya me cae simpático, y me pongo a indagar dónde está y qué es el uno por ciento que falta.

Esta incursión no fue a pedido de los otros y queridos comensales de Tomate sino a insistencia de mi hijo mayor acerca de que no po-des de-jar de ir y vamos. Y fuimos.

Está de moda y no se puede hacer reserva, y como habitamos una ciudad profundamente desigual, explota de comensales sentados y por sentarse.

Llegas y prepárate para esperar, pero son super atentos y convidan con un vermut sabroso y liviano de alcoholes (al menos para mí que tengo un paladar alguito entrenado).

La decoración es bastante minimalista, sobria y de buen gusto; hay dos espacios conectados por una gran cocina a la vista. En uno mesas, en el otro una gran barra a lo Cocinero de media noche pero cool.

Nos tocó la barra y fue acierto ya que te permite ver la parrilla y la distribución de roles de quienes allí se desempeñan con solvencia y una amabilidad y buena onda pocas veces vista.

La carta es breve e interesante y se divide en: fríos; calientes; grandes; parrilla y postres; amén de las bebidas porsupu.

Optamos por dos medias porciones (se puede pedir media o una entera) del área parrilla: Portobellos rellenos y Gírgolas grillados. Los Portobellos venían rellenos con queso sardo estacionado y pimienta negra y se acompañaban con boniatos asados con miel y mostaza.

Las Gírgolas estaban adobadas con chimichurri y se acompañaban con un puré de alubias y una especie de laminitas de mandioca frita. Exquisito y recontra recomendable.

Otro tema importante fue la bebida, mi hijo prefiere el vermut al vino, así que debía optar por una copa y me decidí por un blend Cru hecho para Sampa cosecha 2014 (que si vamos a salirnos de lo conocido, salgámonos posta) formidable, el tema es que la medida de la copa se pasa de modesta y sabemos que no va a alcanzar, cosa que le sugiero a la encargada de la bebida con la intención que vierta un poquito más del santo elixir, me hace un guiño y me dice que cuando pase por ahí le señale la copa y lo vamos resolviendo ¡cosa que hizo en más de una ocasión y en la cuenta apareció una sola copa!

Satisfechos pensamos en compartir un postre y lo solicitamos; ahí otro de los encargados que habíamos estado observando como armaba platos con una metódica de artista plástico -en cuanto al cuidado de la estética-, nos pregunta si antes no queríamos probar otra cosa como gentileza de la casa y nos da una maravilla de peras, salteadas con queso crema y frutos secos más un almíbar especial.

Con hijo entablamos una amable discusión, mientras no parábamos de hundir la cuchara en el plato si era entrada o postre. Mi joven acompañante sostenía que era postre y que ese salado medio picoso acompañaba nuevas tendencias gastronómicas, por mi parte y con cierta solvencia dada por años de entrenar el paladar sostenía que era una entrada y que los sabores agridulces eran una tradición ¡le gané! Y estaba en la carta. Su nombre es: Carpaccio de peras y lleva labneh (eso que confundí con queso crema y se trata de queso de yogurt o yogurt griego); granola de semillas (lo que creí que eran frutos secos ¿?) y almíbar de ají amarillo.

Y después sí llegó el postre a compartir una Crema quemada de castañas infusionada con cítricos.

¡Mamadera que delicia!

Estimados y estimadas lectoras y lectores nuestros con aire de tradición, o nac&pop; o viejas izquierdas… Guarden todos los prejuicios en una cajita con doble llave y permítanse ir a Sampa. Y que los banquetes, alguna vez, sean para toda la gente.

 

SAMPA queda en Scalabrini Ortiz 769 (Villa Crespo) y abre de martes a sábados. De 12:00 a 15:00 (solo la barra) y de 20:00 a 00:00 (barra y salón).

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