Empanadas en La Cocina y helados en Amamos…

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Un paseo y con buen apetito, para dos  pasiones del comer en Buenos Aires, ni lejos ni cerca una de otra, como veremos. La primera escala de nuestro viaje tuvo lugar en cercanías de Florida y la segunda – y por hoy final del recorrido- a pasos de Medrano, ambas estaciones de la Línea B del subterráneo porteño.

Aunque, para bien o para mal, vivimos tiempos de ciertos vale todo, les proponemos comenzar por la más tradicional de tradiciones: primero los salados y por último los dulces; hoy entonces empanadas en La Cocina, en el centro, en la calle  Florida 142, local 60 de la Galería Boston (tienen otro en el Barrio Norte) y el postre en Amamos el helado, en la esquina de Gascón (800) con Humahuaca, en Almagro.

El primero de los casos se trata de un local ponderado y con justa razón por todos aquello que alguna vez fueron, y en casi todos los casos volvieron una y otra vez, por las empandas más o menos al estilo de Catamarca, tierra norteña en la que nació su creador, el ya veterano Rodolfo Remy Schwartz, alias Locho.

Notables en todas sus variedades aunque nuestra opción consistió en aquellas de carne picante, con horneado justo entre masas amasadas como dios manda. Sobre precios qué decir en esta Argentina desquiciada – y en serio, ahora con un sicópata y sus amigos en la Rosada -, pero lo cierto es la calidad de esa cocina sencilla verdaderamente convocante para oficinistas, viandantes y turistas, bien los vale.

Después de comer y a la hora de escribir anduvimos de chisme en chisme entre medios y redes sociales, y elegimos tres versiones no afines entre ellas y todos con gusto se refirieron.

El periodista Hernán Panessi escribió en la ahora X: Quiero hablarles de La Cocina: un lugar alucinante que vende empanadas catamarqueñas. Las de carne picante y las de pollo son una delicia. Y vienen con papa y un juguito muy rico.

La colega Agustina Canaparo apunto en el diario La Nación, en enero del ‘22: Cosechan fanáticos acérrimos por toda la ciudad y el país. Sus habitués no las cambian por nada e incluso afirman que “no existen empanadas mejores que las de La Cocina”. Son legendarias, deliciosas. Todos hablan de ellas, pero su receta es secreta al igual que sus orígenes hace casi medio siglo. “Nunca hicimos publicidad. Jamás accedí a dar una nota periodística. Nuestro marketing siempre fue el boca en boca”, confiesa, risueño, Rodolfo Remy Schwartz, a sus 76 años. Él es el alma mater y creador de este clásico porteño. Esta es la primera vez que cuenta su historia.

Ana Cabral propuso en el sitio El Destape, el 10 de este mes: El local es pequeño, modesto, familiar y se encuentra decorado con objetos antiguos. Sus empanadas han cosechado fanáticos con el correr de los años y al mediodía se pueden ver largas filas de oficinistas y bancarios.

Ya a la hora de tornar nuestros pasos hacia el dulzor, nos subimos al subte en Florida y descendimos en Medrano. Caminamos unos pocos pasos e hicimos campamento en Amamos el helado.

Por cierto que se trata de un local joven – la señorita que nos atendió dijo que existen en esa misma esquina desde hace 10 años -, modesto se dice en esos casos y hasta con cierto desaliño.

Pero sus helados – el chocolate amargo y el sambayón fueron nuestros elegidos -, sin estar al tope de las calidades porteñas, cumplen con ser de una distinción más que adecuada, sobre todo si se tiene en cuenta aquella famosa ecuación que dice precio-calidad.

Como lo hicimos cuando la escritura empanaderil, en este caso también revisamos los chismes que circulan por ahí, que son muchos menos por cierto y algunos con críticas negativas, opiniones que a nuestro entender y con modestia, son injustas…Se trata de una heladería de barrio que no pretende otra cosa que su propio ser.

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