El sushi no tiene la culpa…mi abuela tampoco…ni la pizza

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La prensa gastronómica siempre vivió (y vive) desmadejada por la corrupción de la nota al servicio de… y cosillas por el estilo, pero hace un tiempo ya que su deterioro va en aumento debido a esa pulsión rampante que se llama quiero ver mi nombre el letra de molde, que afecta a una superpoblada mayoría de creadores digitales, exhibicionistas de la palabra e invasores sin rubor de cuanta red social y ansias de influencer exista.

Quizá por lo escrito en ese primer párrafo, o mejor dicho contra ello, es que, como tomateros, más o menos lo que sigue pasamos a garabatear; y acerca de algunas cuestiones que van más allá de los lugares, las recetas y los temas culinarios más habituales…Y la idea es polemizar…A saber…

Hemos leído hace muy poco en algunas cuentas de redes sociales encendidas y desproporcionadas críticas al sushi en todas sus variantes pero dese una perspectiva que nos resulta difícil de clasificar. Una suerte de canto patriotero contra la delicia nipona y a favor de cualquiera de los guisos y platillos de la abuela (ya volveremos a los de las abuelas); una suerte de extrapolación más al vacio que delirante.

En tanto, lo que se nos ocurrió comentar sobre el asunto: Sobre gustos no hay nada escrito dicen con vulgaridad, porque la memoria que es en definitiva nuestro gusto de cada cual ocupa bibliotecas…Pero en fin, qué culpa tiene el sushi que la tilinguería lo haya frivolizado, siendo que él tiene larga prosapia de origen como manduque de esforzados laburantes japoneses de la pesca en el fulguroso mar de Oriente y que tan bien sabe cuando bien es tratado, como sucede con su pariente de la crudeza, digamos, el don ceviche

Y hablando de gustos, cocinas y memorias, leíamos esta semana en la revista italiana Gambero Rosso…Un artículo de Andrea Cuomo que critica con justa razón el uso y abuso por parte de cocineros y empresarios gastronómicos de cierta apelaciones a veces poco creíbles a la cocina de la abuela como argumento publicitario; y afirma…

No es cierto que todas las abuelas cocinen bien. Algunos prefieren jugar al buraco con sus amigos y luego sacar algo del freezer para cenar (…). En algún momento alguien decidió que las abuelas se convertían en una fuente de inspiración universal, el tótem en torno al cual construir la propia narrativa mnemotécnica. Como si la memoria, cualquier recuerdo, bueno o malo, no nos siguiera en todo lo que hacemos (…). El caso es que la abuela es una figura inclusiva, no divisoria, una garante simbólica, inofensiva pero universal, y por tanto muy funcional, a menudo más abstracta que real, de las sagas domésticas a las que queremos referirnos. El ángel de un hogar arcadiano (…). Esto no quiere decir que no haya realmente chefs que aprendieron a cocinar en las tardes que pasaban con una abuela que era niñera, y que aún conservan en su paladar el recuerdo de ciertos sabores ancestrales. Pero en muchos casos el recuerdo de este «legado» parece tener una implicación psicoanalítica. Y en otros parece una astuta estrategia de marketing de bajo coste

Finas observaciones aunque no nos hace falta inspirarnos en don Freud para acordar con el italiano en todo en lo que refiere sobre lo tan falsario que es aquello del marketing y la publicidad en el planeta gastronomía. Tampoco nos es imprescindible el creador del psicoanálisis para resaltar que, y no sólo entre cocineros y cocineras sino en el alma de todos, rige aquello que repetimos y repetimos: el gusto es una compleja construcción cultural en la cual la memoria – los ñoquis de la abuela, por ejemplo – juega un rol fundamental.

Ya exculpamos al sushi y la abuela. Ahora le toca el turno a la pizza.

Tomateros curiosos, leímos: Gemini, la inteligencia artificial (IA) de Google, reveló cuál es –a criterio de los datos con que se alimenta- la mejor pizza de Argentina, mientras que dos estilos de pizza argentinos fueron elegidos entre las 30 más populares del mundo en un ranking internacional realizado por la prestigiosa publicación Taste Atlas.

Y nos manifestamos. La pizza argentina, más precisamente la tradición pizzera de Buenos Aires, a la cual pronto nos dedicaremos, no tiene la culpa de que el aparato mediático-cultural utilice una innovación tecnológica de punta y de tanta utilidad para el desarrollo científico, técnico y productivo como lo es la IA para frivolizarlo y convertirlo en una paparruchada de consumo masivo (y bobo).

Ni mucho menos es nuestra pizza responsable la chantada de baja estofa que es esa manía de los rankings mundiales o locales sobre realidades culinarias, tan difundidas por Taste Atlas, la empresa que figura como local de Croacia y que se dedica a la promoción publicitaria  disfrazada de encuestas sin seriedad ni rigor alguno en su metodología.

En fin, eso era todo lo que este texto pretendía afirmar. Como siempre en nuestra revistilla, ¡salud!

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