Qué los ángeles no sean pelados
Víctor Ego Ducrot
Si de angelitos se trata permítaseme inspirarme siempre en el maestro Caravaggio, el creador de la luz y el aborrecido por su pendencia pero sobre todo por su profana santidad.
Y así, en 1602, plasma su San Mateo y el ángel, la del santo clavo y mugriento que enfureció a los feligreses de San Luis de los Franceses, en Roma, y se salvó porque un tal Vincenzo Giustiniani, banquero, se quedó con el lienzo, el que finalmente desapareció en esa su primera versión, durante la II Guerra Mundial.
Cuatro años después, tras asesinar a en riña a Ranuccio Tomassone, debió refugiarse en Nápoles, donde la Hermandad del Pío Monte de la Miseria le encargo esa una de sus grandes obras, La siete obras de misericordia, en la que, en un oscuro callejón, dos hombres trasladan un cadáver envuelto en un sudario, uno alumbra la escena con una vela, es un sacerdote, el otro lo sostiene por los pies. Mientas, una mujer amamanta con su pecho a un viejo entre rejas y dirige la mirada a un grupo de hombres, de los cuales uno de ellos se encuentra en el suelo, desnudo y algo escuálido, dos dialogan, otro agarra un manto y un último hombre bebe. (Texto de Sandra Afonso Tabares, para el sitio Historia-Arte).
En ocasión de alguna otra de mis ocurrencias tomateras me dedicará e nuestros barrocos Ángeles Arcabuceros, del siglo XVII, que se encuentras en la iglesia de Uquía, en la Quebrada de de Humahuaca, pero por hoy basta de digresiones; aunque tan saludables creo que resultan acerca de nuestros mundillos del comer.
Que los pelados sean entonces ciertos santos del Caravaggio, porque en esta ocasión al rescate de los Cabellos de ángel voy, tan olvidados ellos por las modas que tantas veces tantos desaguisados ocasionan en las conciencias e inconciencias de nuestros congéneres.
La pasta fina de invencibles legiones de soperas – inolvidables en aquellos mediodías de invierno, después de los revolcones con la pelota a la salida de la escuela, cuando el Roblox y otros entretenimientos adictivos en pantallas, ni a Julio Verne se le hubiese ocurrido.
La caída en el olvido los Cabellos de ángel fue tan estrepitosa que hasta el sobrevaluado en seriedad diario estadounidense The New York Times al tema ser refirió días atrás, cuestión de la cual la revista italiana Gambero Rosso se hizo eco, recordando que nacieron en los monasterios medievales.
También llamados Capellini o Capelli d’angelo, en esos tan santos como golosos recintos – no se sabe si de Génova o de Nápoles – tuvieron la fortuna de ser amasados por primera vez, para deleite de comensales con sotanas y hábitos.
Qué les parece entonces, y por ejemplo, un plato de Cabellos de ángel sazonados con jamón crudo y albahaca…
Ajó salteado en aceite de oliva, con cubillos de jamón crudo. Luego una chorro de vino blanco y cuando se reduce, un vaso de leche, que también debe evaporar.
Entonces, la pasta que debe hervir no más de tres minutos, a la fuente y combinada con aquella salsa, más abundante queso rallado, pimienta negra recién molida y un picadillo de albahaca…Con un Merlot…
¿Les parece?…Si es que no los prefieren en una de las tantas sopas posibles; como aquella concebida a partir de un caldo de gallina con azafrán…
¡Salud!
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