Una focaccia para “Muñeca brava” y unos cannoli para “Megafón”

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Sí, en el barrio de Villa Crespo; el mismo que vive en la letra de Enrique Cadícamo, en algunos de los personajes de Leopoldo Marechal. Porque…Che madam que parlás en francés y tirás ventolín a dos manos, que escabiás copetín bien frapé y tenés gigoló bién bacán…Sos un biscuit de pestañas muy arqueadas…Muñeca brava bien cotizada. ¡Sos del Trianón…del Trianón de Villa Crespo…Milonguerita, juguete de ocasión…como dice el tango. O como él mismo nos recordaba (Marechal), en realidad, fui un francotirador literario de Villa Crespo, hasta que me llamaron a colaborar en la revista Proa…quien una vez escribió, entre otras maravillosas novelas, Megafón o la guerra. En ella, su personaje alguna vez fue árbitro en las veladas del Boxing Club de Villa Crespo.

Ellos, los que vivieron vidas humanas y geniales y los de la ficción, todos se merecen lo mejor a la hora de comer.

Por eso, que la imaginación nos bendiga y nos permita ofrecerles las foccachias y los cannoli de Giuseppe Vicenti, la focacceria del barrio porteño Villa Crespo, sobre la Avenida Ángel Gallardo 95, que atiende de lunes a sábados desde la 9.30 de la mañana hasta las 8.00 de la noche; y también con muestras de la mejor pastelería italiana fatta en la ciudad que sobrevive en la costa occidental y barrosa del Río de la Plata.

Abrió sus puertas en el mismo local que durante años habitó un fiambrería y antes lo había hecho una peluquería. Ello aconteció hace más o menos un año, por iniciativa de un tipo de charla fácil para hacer amigos, mientras levantaba la cortina, el sábado pasado.

Se llama Pablo Gaspar, de extensa experiencia en el negocio de la gastronomía y nieto de quien fuera Giuseppe Vicenti, que no fue pastelero sino paragüero…pues qué sabios y justos suelen ser los homenajes entre seres queridos.

Y allí estuvo uno de nuestros tomateros, ansioso por llegar temprano, pues se corría la voz y con razón de que suele formarse una de esas colas para la espera que dan testimonio de la calidad ofrecida.

El recinto es más pequeño de lo que la palabra pequeño indica y con un par de meas sobre la vereda…

La clientela pasa por allí para solicitar, pagar y portar sánguches variados que por pan lucen focaccias, cannoli – ¡gloria y vivas para los de ricota con naranja y los de diplomata (combinación cremosa) de pistachos delicias! –, pasticciotti y sfogliatellas, entre otras perlas del dulce fulgor.

Un café de los buenos para que, de negro como vestido con frac, dialogue con los cannoli, en la vereda y mientras esperábamos varios opus de focaccia y otros tantos de la dulcería de Giuseppe Vicenti.

Todo memorable y a precios que – ¡felicidad provoca decirlo! – son más que justos y apropiados para el refocilo que provocan a la hora del disfrute…No se los pierdan…Vayan hasta el barrio de Megafón…

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