No son de la Chacha, son del Santa; las gloriosas empanadas

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Víctor Ego Ducrot

Son las de El Santa Evita, el restaurante peronista de mi amigo Gonzalo Alderete Pagés, un gran cocinero en serio, sin los miriñaques de las y los chefsuelos de moda, buscadores de estrellitas estrelladas y rendidos ante los influencers de todo tipo, pelajes y esperpénticas cataduras.

En esta oportunidad no me referiré a sus propuestas en general, ni a su menú de búsquedas en las tradiciones culinarias del ispa y cocoliches.

Vayan ustedes al Santa, que queda en Julián Álvarez 1479, Palermo, en la pobre ciudad de Buenos Aires, tan maltratada por las derechas y los cruzados de la fealdad, y protagonicen sus propios descubrimientos; allí los aguardan verdaderas epifanías del sabor.

Sí hoy y ahora una breve relación acerca de sus empandas, algunas de ellas verdaderos hallazgos, como las de surubí que disfruté hace pocos días, en uno de esos arranques de gandulería y boludencia en noche de parranda familiar.

Pues entonces los del Santa cumplieron con los honores que los caracteriza y más, porque sus joyas, algunas fritas como las del pescado de nuestros ríos, y otras al horno como las de carnes y las de quesos y vegetales, todas llegaron con sus galanuras de compañías; es decir con picantes varios y uno entre ellos, el de jalapeño en almíbar, para el Olimpo, para el sueño de los justos y el de las bucaneras en armas.

Y pensaba entonces en escribir lo que escribo cuando de repente, ¡zas…se me ocurrió!

Las empanadas de El Santa Evita son capaces de robarle la leyenda a las empanadas de la Chacha, ¿se acuerdan de ella? ¿No? Les recuerdo…

La Chacha es la nodriza de Patoruzú y sus empanadas son únicas…

Patoruzú fue una de las revistas más longevas de la historia editorial argentina. Cruzó sin interrupciones cuatro décadas convulsionadas, desde el 10 de noviembre de 1936 hasta el 30 de abril de 1977, cuando apareció el 2045, su último número.

La frecuencia de aparición fue señal del éxito alcanzado: Patoruzú comenzó siendo mensual; en el nº 7 del 4 de mayo de 1937 se convirtió en quincenal, y ya desde el nº 29, del 4 de abril de 1938, pasó a ser semanal, con una regularidad que mantuvo hasta sus últimos números. Según varias fuentes, llegó a alcanzar tiradas de 300.000 ejemplares.

Todo comenzó con el personaje creado por Dante Quinterno, que dio nombre a la publicación y que integra, junto a Mafalda y El Eternauta, la trinidad de la historieta argentina.

A partir de él, Quinterno creó el primer “sindicato” humorístico local, basado en el modelo estadounidense, que se extendió en todos los medios de la cultura de masas de entonces: diarios y revistas, radio, discos, cine y lo que hoy se conoce como merchandising.

El primer número de Patoruzú estuvo dedicado a la reproducción de tiras de la historieta ya aparecidas en la prensa periódica. Varios testimonios indican que el periodista Luis Alberto Reilly, sobrino de Juan José de Soiza Reilly, fue el “co-creador” de la revista que, a partir del segundo número, comenzó a publicar trabajos gráficos y escritos de otros colaboradores, hasta conformar un gran equipo de trabajo, en el que Quinterno delegó la mayor parte de la tarea. Texto tomado del sitio Ahira.

Upa, la Chacha y Pampero: la banda de Patoruzú

Upa es el hermanito de Patoruzú. Es un personaje que no tiene precedente. Además de Patoruzú, que es el primer nativo que aparece en la historieta argentina –diría que en el mundo–, este es un personaje muy original, que después va a cambiar mucho su fisonomía; se va a aggiornar, pero al inicio es una especie de monstruo, es un bebé que deglute, elefantiásico, y que inspira muchísima ternura.

Pampero es el caballo de Patoruzú. Sólo se deja montar por él  y en pelo, sin montura. Representa el caballo de estas etnias que lo usaban como flete, como casa, como dormitorio, como arma: vivían arriba del caballo, dormían arriba del caballo.

En 1941 comenzó a publicarse Patoruzú como tira del diario neoyorquino P. M., un periódico sofisticado, de izquierda, en el que escribían personalidades como Hemingway. Era reconocido por su calidad gráfica y porque allí colaboraban grandes artistas. La primera historieta que se publicó en ese medio fue Patoruzú, personaje que fue bastante explotado en Estados Unidos.

Patoruzito es la versión infantil de Patoruzú y apareció en escena a finales de 1945 con su propia revista. Vestido igual que en su versión adulta, Patoruzito carece de la desmesurada nariz de Patoruzú y comparte solo en parte su carácter: es fuerte, audaz y generoso, pero mucho más ingenioso y astuto que en su adultez.

Patoruzito representa la infancia y adolescencia de Patoruzú quien vive en su estancia patagónica, acompañado de la versión infantil de Isidoro, Isidorito. Su personalidad se opone a la de su amigo, quien llegaría a ser, con el paso del tiempo, el padrino Isidoro, símbolo de eso que llaman viveza y picardía porteña, en general más un tara lamentable que un don…

Algún día, Patoruzú se sentará a comer las empanadas del Santa…y sus picantes.

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