El mejor restaurante, la mejor bodega, el mejor…¡Rajen turritos!

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Por Víctor Ego Ducrot

Lo pudo haber escrito Robert Arlt en alguna aguafuerte culinaria. ¿Lo hizo, la escribió? No viene al caso. Nos quedamos con lo de turritos, que ellos son los repetidores seriales de mentirillas que aburren, que hartan y ofenden a la inteligencia, a la comprensión que a veces parece estar despareciendo.

Areté y virtus o cháchara prostibularia de mercado como expresión de nuestra era, la de la mercancía absoluta; y en el mundo del comer y de sus escribas muy poco se disimulada. Empresas de promociones, guías, estrellas…

Entre todos ellos allí están los Michelin, los World’s 50 Best, los Taste Atlas y tantas otras empresas publicitarias al mejor postor con aires de seriedad y profesionalismo, los infinitos periodismos dizque especializados, los influencers y los farabutes de toda calaña y pelaje en las redes.

Todos ellos dedicados a cobrar sus buenos dinares por cumplir con la misión tan imposible como falaz y podríamos decir tan estúpida y para estúpidos como lo es redactar guías y rankings con los mejores restaurantes, los mejores vinos, hasta los mejores sánguches o bizcochitos secos…no importa qué más, de un país, del mundo, del planeta del universo todo

Pobre. Que no me lea don León, que no es Trotski sino Tolstoi, porque con tan poco respeto lo doy vuelta y anoto: dedicate al mundo todo y convertirás a tu propia casa en un cobijo de imbecilidad.

Haciendo una ensalada rusa entre clásicos y contemporáneos en el más histórico posible de los sentidos, hasta me animo a escribir que la idea de lo mejor debería estar vinculada a la de areté, virtus o virtud de los griegos: algo así como el equilibro entre dos extremos, para encontrar el mejor camino entre los posibles y cumplir con el propio ser.

Para los estoicos la virtud consistía en actuar siempre de acuerdo con la naturaleza y consideraban que era el bien supremo. Para Epicuro ese bien soberano era el placer. Para Descartes, el racionalista, consiste en el correcto razonamiento que debe guiar nuestras acciones.

Y saltamos…

Carlos Marx rechaza todo lo que apunte a la conceptualización abstracta y la virtud que nos conduce hasta la valoración de lo mejor es cuestión práctica social y política emancipatorias, de convulsión y revolución social.

Finalmente, y para el diccionario real, lo mejor sería lo superior a otra cosa y que la excede en una cualidad natural o moral.

Nada de todo lo revisado hasta aquí tiene algún punto en común con la bobería mala leche del trasegado el mejor de las chácharas o peroratas berretas de lo gastronómico…

No había nada de especial en aquél ir y venir, en aquél bullicio de movimientos, en aquellos rumores y voces, todo era lo mismo que podía verse en cualquier oro día de mercado, pero en el cuadro había surgido un nuevo ritual con campanilleos, ruidos de matracas, alboroto y agitación, un desfile distinto con un contenido propio de la ejemplaridad y delibro de texto que reflejaba la lucha entre el Carnaval y la abstinencia…Peter Weiss (1916-1982), de La estética de la resistencia (1975).

Una cita que parece eco de una idea, si es que las ideas tienen eco.

Y creo que sí y reitero lo ya afirmado, para cerrar: este texto fue pensado como crítica a la maníaca búsqueda del mejor o la mejor en un en las prácticas comunicacionales hegemónicas relativas a la gastronomía, entendida como rasgo cultural esencial en todas las sociedades.

Y todo porque en tiempos de capitalismo post neoliberal, que es el que vivimos. En la era de la mercancía total o absoluta nada queda fuera del fetiche, hasta cada uno de nosotros lo somos y no sólo en tanto productores sino como seres en nosotros mismos.

Por eso, cultivadores de imposibles y falsos mejores…¡Rajen turritos, rajen!

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