¿Querés sal y aditivos que son adictivos, pero qué ricos?…Metele a las Crum

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A las papitas fritas nos referimos, a esas de bolsita, caja o fuere cual fuere el envase que, al menos por estas comarcas son un clásico para el vermú, y más.

Se sabe y claro que hay que estar al tanto. Si alguien quiere un ejemplo de comeres inapropiados en estos tristes tiempos de tanta chatarra y por aquí de mala alimentación y hambre, mejor abstenerse, porque los concentrados grasos, de aditivos y nitratos son tantos que para qué contarles…Eso sí y también es verdad: cuan sabrosas son…

Y merecen contar su historia, que no la descubrimos ni mucho menos, pues abundan versiones en el universo de los signos gastronómicos, pero una apostilla publicada en redes por nuestro queridísimo amigo de la mayor de las Antillas, es decir y entonces nuestros socio, el cubano Víctor Carriba nos la recordó y aquí va.

El cuento comienza en 1853 en Saratoga Springs, Nueva York, en la Moon’s Lake House, donde George Crum, un brillante chef de ascendencia afroamericana y nativa americana, se estaba haciendo un nombre con sus habilidades culinarias.

Un día fatídico, un cliente particularmente exigente se quejó de que las papas fritas de Crum eran demasiado gruesas y empapadas.

Decidido a enseñar a este invitado una lección, Crum cortó las papas finas como papel, las frió y las saló fuertemente. Para su sorpresa, al cliente le encantaron, y pronto, todos querían probar las Saratoga de Crum.

Lo que muchos no saben es que George Crum nunca patentó su creación, ni hizo una fortuna con ella. En lugar de eso, la papa frita se convirtió en una sensación local, que se extendió más allá de Nueva York, y evolucionó en el aperitivo que conocemos hoy.

A pesar de esto, Crum continuó trabajando en Moon’s Lake House, eventualmente abriendo su propio restaurante, donde los ricos y famosos vendrían a disfrutar de sus patatas fritas.

La contribución de Crum a la historia culinaria es un recordatorio de que incluso nuestros pequeños actos pueden tener un impacto duradero. La próxima vez que crujas una papa frita, recuerda al ingenioso chef que convirtió una queja en una creación icónica que todavía es amada en todo el mundo, más de 170 años después. El legado de George Crum vive en cada bocado.

Y claro, hubo quienes se hicieron millonarios con sus fritas para la hora del vermú.

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