El atún rojo como negocio es insustentable, anti medio ambiente

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La tragedia ecológica del atún rojo, un negocio global entre el lujo y el lucro, titula la revista italiana Gambero Rosso un artículo del 9 de marzo reciente. Desde hace unos el tema viene siendo alertado por varios años medios periodísticos sobre todo europeos.

En Argentina se trata de una especie muy codiciada por los comensales amantes de la cocina de mar. Se lo consigue importado, en general desde los países asiáticos a precios que superan las posibilidades medias del bolsillo local, además de que es muy difícil conseguirlo, sólo en algunas pocas pescaderías y ocasionalmente en algunas de las cadenas de grandes supermercados.

El atún rojo también es conocido como atún de aleta azul (Bluefin tuna) o cimarrón. Es un pez óseo, de la familia de los escómbridos. Es un pescado azul, túnido, siendo el atún de mayor tamaño. Está ampliamente distribuido por todo casi todo el Atlántico, las costas asiáticas y en particular de Filipinas, el Mar Mediterráneo y en el Mar Negro.

No hay que confundirlo con la albacora: El atún aleta larga, ​ atún blanco, bonito del norte, barrilote de Canarias. Es una especie que se encuentra en todas las aguas tropicales, en los océanos templados, y en el mar Mediterráneo.

En Argentina se lo comercializa en condiciones similares a las del atún rojo.

El atún, que en su día fue símbolo de abundancia y nutrición para las civilizaciones costeras, se ha convertido en el eje de un comercio insostenible.

El Mediterráneo, cuna milenaria de civilización y biodiversidad, es hoy escenario de una revolución industrial que está transformando uno de sus símbolos más antiguos: el atún rojo. Lo que antaño era un pez mítico, alimento de las comunidades costeras, se ha convertido hoy en un producto de lujo, un “oro rojo” disputado por los mercados globales y criado en enormes jaulas flotantes que alteran progresivamente el equilibrio marino, dice Gambero Rosso.

En una investigación de meses de duración realizada por periodistas de Le Temps, un importante periódico digital suizo en lengua francesa, los reporteros calcularon la insostenibilidad total del sistema, a partir de un dato sensacional. Detrás de cada kilo de atún rojo exportado se esconde un mecanismo económico que podríamos definir como depredador.

Baste decir que, para producir una tonelada de atún cebado, se sacrifican aproximadamente 15 toneladas de pescado azul – sardinas, anchoas, caballa – en un ratio de conversión que supera con creces cualquier lógica de sustentabilidad.

En 2024 se exportaron desde el Mediterráneo entre 45.000 y 50.000 toneladas de atún, consumiendo el equivalente a más de un tercio de todo el stock de peces pequeños capturados en la zona.

Malta, la pequeña isla mediterránea se ha convertido en el centro mundial de la cría intensiva de atún. Con sólo 26 jaulas de engorde, Malta gestiona una industria que valora cientos de millones de euros.

El viaje del atún es, en definitiva, una historia de desigualdades globales. Capturado en el Mediterráneo, engordado artificialmente, se exporta a Japón, Corea y Estados Unidos, donde puede alcanzar precios vertiginosos. Parece que podría costar hasta  nueve mil euros el kilo en la subasta de Tokio. Una locura por un pez que recorre miles de kilómetros, consume recursos y genera una huella de carbono devastadora, para satisfacer un nicho de mercado.

Una historia incomprensible, sobre todo para científicos y biólogos que cada vez dan más alarmas: de hecho, los atunes rojos son criaturas extraordinarias y en el ecosistema marino juegan un papel crucial en la reposición nutricional y la oxigenación.

Sin embargo, el actual sistema de cría, que los captura antes de que alcancen la madurez, interrumpe ciclos biológicos milenarios.

Emanuela Fanelli, bióloga de la Universidad de Marche y experta en ecología marina, entrevistada por los periodistas, habla de la «acuicultura de ápice depredador» como un modelo totalmente insostenible.

Mientras que Marcel Kroese, un reconocido biólogo sudafricano y consultor de políticas marinas para gobiernos y ONG, compara este sistema con «una aberración como la de criar leones para carne, sacrificando miles de gacelas».

Toda la cadena representa un ejemplo de explotación colonial de los recursos marinos. La demanda de sushi y sashimi en los mercados de lujo, así como de cacao en África, ha creado un sistema insostenible que empobrece a las comunidades locales y a los pescadores tradicionales, que se ven progresivamente desposeídos de sus mares, mientras unas seis empresas, pertenecientes a una docena de familias, gestionan un negocio de mil millones de dólares.

Es necesario un cambio, la industria del atún rojo se encuentra en una encrucijada: los expertos advierten que continuar por este camino significa condenar al colapso a todo un ecosistema marino.

Esta es una historia que va más allá de los peces, pero se convierte en una triste metáfora de un sistema económico global que se aleja cada vez más de la sostenibilidad ambiental y social.

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