Los espacios de la sazón: «La sombrita, el antojo y el altar»

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El arte de cocinar tiene un gran significado, va más allá de seguir las recetas. Evoca el corazón, la calidez y es refugio de recuerdos cargados de sentimientos intensos que prevalecen en la cocina. Ese lugar es un miembro silencioso de la familia, un testigo de nuestros momentos más íntimos. El texto de Marta Cecilia Preciado Suárez, y sus fotografías fueron tomados de la revista digital mexicana Sin Embargo.

Recuerdo que en la cocina, por la tarde, alguien me preguntó: ¿por qué siempre escoges libros sobre cocina si tú no sabes cocinar? Yo respondí: Es un tema interesante —no muy convencida—, y me volvieron a insistir: ¿qué tiene eso de interesante? Debe de haber algo detrás. Le doy la razón a su pregunta, me gusta explorar diferentes géneros literarios y los libros de cocina —y la cocina misma— encierran algo especial que trasciende más allá de la satisfacción. No encontraba las palabras para explicarlo, hasta que el libro de Alfonso Alfaro, Los espacios de la sazón: la sombrita, el antojo y el altar, de la editorial Artes de México, me dio la respuesta.

Este libro en sus treinta páginas nos sumerge en la introspección y reflexión sobre uno de los momentos que más valoramos los mexicanos: la hora de la comida. Después de un largo y extenuante día, esa pausa nos permite estar con nuestra familia, disfrutar de un exquisito plato casero y aprovechar la ocasión para ponernos al día. ¿Hay un simbolismo o un significado connotativo a la hora de la comida? Sí lo hay, y el libro lo explica con fotografías y en un tono poético e informativo.

El autor desmenuza ese momento y empieza con el texto, “A uno le gusta lo de uno”. Trata del lugar que escogemos para comer, un espacio tranquilo y cómodo para disfrutar de nuestra comida mientras recuperamos las fuerzas y nos despejamos de toda preocupación. Además, da una respuesta a: ¿por qué a los mexicanos les gusta la comida casera?, esto tiene que ver con el “toque único” de cada persona al cocinar: el sazón, capaz de transmitir sentimientos y evocar algún recuerdo en cada bocado —como el don que posee Tita en “Como agua para chocolate”— que seduce nuestro sentido del gusto y solo nosotros entendemos ese lenguaje, se trata de un acto de amor materializado hacia los demás. Esta es la prueba de madurez que atravesamos al degustar nuestras preparaciones para decir la famosa frase: Ya te puedes casar.

El texto “Algo se me atravesó. El antojo y la botana,” delata a aquellos que llegan tarde porque se les atravesó un antojito de algún puestecito callejero. A diferencia de las grandes cadenas de comida rápida que replican hasta el cansancio su receta, en México, los puestos callejeros ofrecen variedad de preparativos y sazones. Probar esta comida podría ser una aventura azarosa para quienes salen del confort de la cocina casera; además, puede unir a individuos de diferente clase social.

En Estados Unidos, el Día de Acción de Gracias festeja la gratitud hacia la tierra por proveer de alimento; mientras que el Día de Muertos, en México, representa la conexión con nuestras tradiciones del mestizaje prehispánico y el vínculo con quienes han partido. Durante la celebración se dejan rastros perfumados de cempasúchil y pata de león que guían a los difuntos hacia el altar, ahí los esperan los manjares que más amaban. No se respira aire de nostalgia, sino un festejo que nos recuerda que la vida es cíclica y que, en algún punto, nos encontraremos con ellos. El altar es la mesa, y ahí se coloca el sustento que une a la comunidad; es todo un rito que entrelaza lo terrenal con lo divino en un momento especial: la hora de la comida.

Los espacios de la sazón: la sombrita, el antojo y el altar desvela las distintas capas del significado de ese instante lleno de sabor. No solo satisface el hambre, también transforma lo ordinario en una experiencia inigualable para cada comensal. El arte de cocinar tiene un gran significado, va más allá de seguir las recetas. Evoca el corazón, la calidez y es refugio de recuerdos cargados de sentimientos intensos que prevalecen en la cocina. Ese lugar es un miembro silencioso de la familia, un testigo de nuestros momentos más íntimos. Los tiempos cambian y las tradiciones familiares pierden sentido; la sazón será lo que sostiene los vínculos y mantiene vivos los momentos especiales. Si dejamos morir ese legado, lo único que queda es un vacío.

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