Aylén Tejas y Pocho Kló en una rayuela de cocinas

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Silvia Maldonado

Estamos otra vez con Adela Basch, sobre quien, en una presentación anterior ya lo escribí: es extraordinaria porque hace que la literatura, sus relatos, sus poesías, provoquen momentos felices. Siempre.

Les ofrecemos ahora una de sus obras, en teatro leído, sortilegio de palabras, silencios y movimientos imaginados que se hacen cuerpos.

La delicadeza de la cocina francesa es una obra jocosa, graciosa, florida, salerosa, plena de retruécanos y juegos de palabra que una vez más ponen de manifiesto la maestría de esta gran autora.

Es un remedo o revalorización en clave siglo XXI de los diálogos entre Doña Petrona C. de Gandulfo, es decir la cocinera de la patria argentina, y Juanita, su ayudanta de siempre; pero también una constatación.

Como mencionara alguna vez la autora, y que está presente en varios de sus textos – El reglamento del reglamento, por ejemplo -, muchas de sus ideas surgen de la dificultad de escuchar al otro, lo que, por supuesto, desemboca en el malentendido.

Adela Basch, plantea entonces una situación desopilante, prefiere torcer el equívoco con humor, porque el humor –ha dicho- proporciona más recursos para solucionar la dificultad de entendernos, nos dota de una mirada crítica, nos permite transformar y dejar lo trágico de costado y, quizás, aprender.

Entonces, la cocina es encuentro y hasta desencuentro, ir y venir, gustos, memorias y sobre todo palabras que se aman o no se entienden, o ambas cosas a la vez, a la luz de la hornallas.

Claro, todo eso en el texto de Adela y las actuaciones en teatro leído de Florencia Patiño, actriz y directora, y Flor Pineda, actriz y docente; con producción y edición de pódcast del músico Fede Patiño.

De modo que dispóngase a escuchar y luego me dirán si, como yo, sintieron chispas de plata, en las voces de este texto brillante.

 

 

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