En Buenos Aires nació la cocina China-Cocoliche

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Víctor Ego Ducrot

De raíces chinas y rioplatenses, y a no confundirla con aquella tilinguería de la cocina fusión, la fusion cuisine que le dicen los de tilinguería más grave, tal cual tantas veces este Peje, vuestro servidor, lo ha escrito en papiros de toda índole, sobre todo digitales, que son de son y retumbe a la moda, tanto que mis primos, los humanos, ya ni se acuerdan de lo que es una lapicera, un lápiz una birome y una hoja de papel: ni qué decir de una pluma y un tintero.

Pero vayamos a lo nuestro.

Juance Lin –ustedes ya lo conocen por haberlo leído alguna vez en esta honorable revista que me contrató sin paga como editorialista – acaba de lanzar la primera y hasta ahora inédita propuesta de cocina chino-asiática-cocoliche, es decir un mestizaje creador entre aquellas corrientes culinarias con milenios de existencia y la nuestra porteña, rioplatense mejor dicho, urbana y a su vez descendiente de mestizajes anteriores, siempre yuxtapuestos.

A parir de este momento, por aquí al Sur, comienza a cobrar forma una experiencia que los peruanos hace tiempo desarrollaron con su cocina chifa, mestiza desde el XIX entre criollas y las aportadas por los inmigrantes chinos.

La chifa y ahora la cocoliche china y asiática porteña son auténticas, no como aquella de los restaurantes chinos de San Francisco, Estados Unidos, donde inventaron un plato “chino” que no es chino, el chop suey.

Y un dato interesante aportado por el propio Juance Lin: la cocina china como tal es culturalmente mestiza por las variedades regionales que expresa a su interior.

Sigamos con entonces con el cocolichismo oriental de muy reciente alumbramiento. Juance Lin lo propone desde su local de cocina asiática, para retirar o allí o para pedir que sea entregada a domicilio; y atención que se dice como los escribí y ¡qué se metan delivery y take away en el tujes!

Local, les decía (como farfullan las jergas burocráticas), sito en el barrio porteño de Almagro, sobre la calle Jerónimo Salguero 537, teléfono 11 5386 1298, y en todas las redes sociales, que no pescadoras; ¡el Altísimo y el Bajísimo no se lo permitan jamás!

Se trata de un menú de mediodías, pensado para los que transitan el barrio con apuros, porque el piberío tiene que llegar o salir de la escuela o porque esto de la eficiencia capitalista obliga a las apuradas. ¿De dónde creen ustedes que sale ese maléfico concepto de fast food?

En una Argentina inflada, porque la inflación está que le infla aquellas partes a varones, mujeres y Pejes, no lo duden, el precio por ahora es de 1.500 pesos – ¡pobres pesos argentos!- y por una bandeja que contiene tres platillo o sabores, en equilibrio entre vegetales, arroces y carnes de res, pollo y chancho, con sazones y estilos de combinación única, como una tango reo cantado en mandarín, entre bandoneones sinfónicos.

Me imagino lo feliz que estará mi amigo Ducrot, uno de los irresponsables de Tomate, puesto que Juance Lin me confesó haber retomado su concepto de cocina cocoliche, desarrollado en algunos de sus libros y en muchos textos periodísticos.

Para Ducrot, lo que distingue a la cocina urbana rioplatense, y en cierta medida también a las de otras comarcas que no se definen como tales pero reciben aquellos influjos, es el mestizaje dinámico entre una compleja cultura culinaria original y colonial y las procedentes de aquello países y regiones del globo que aportaron y aportan diversas corrientes migratorias a estas tierras. Eso da un resultado maravilloso: la cocina cocoliche.

Un dato más sobre la ideas de Ducrot, y la cortamos aquí para que no se agrande: la palabra cocoliche pertenece a la jerga concebida con la llegada de italianos al Río de la Plata entre finales del XIX y principios del XX y se habría consagrado con el personaje Cocolicchio, del circo criollo de los hermanos Podestá. Se trata de un personaje tal vez inspirado en Antonio Cuculicchio, un calabrés que formaba parte de aquella compañía.

Jamás se habrá imaginado él que, casi un siglo y medio después, su nombre quedaría de alguna forma estampado en la creación mestiza que acaba de surgir en Buenos Aires, entre las cocinas de por aquí y las de la milenaria China, de la mano de un chino que cuando Argentina jugaba la final del mundo en Qatar cocinó vestido con una casaca número de 10 de la selección nacional.

Por supuesto que este Peje probó una y otra de aquella bandejas y las recomienda con decidido jolgorio.

¡Salud y hasta la próxima!

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