San Brócoli santísimo, en otoño

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Una balada en otoño, un canto triste de melancolía que nace al morir el día…Una balada en otoño, a veces como un murmullo y  a veces como un lamento…Y a veces viento…Cantaba el catalán y decimos cantaba porque, sin ofender, ya no canta.

Pero cocinero a tu cocina, zapatero a tus zapatos y escribientes en Tomate a tus escritos, que llegó un nuevo otoño, con sus ocres y ambarinos, casi un suspiro de alivio ante la proximidad del gris, del invierno.

Y por estas tierras barrosas de la orilla occidental del río color dulce de leche, entre los frutos de la tierra que podemos disfrutar con esplendor, allí está: ¡Qué viva San Brócoli bendito!

Se supone que hizo su aparición en el viejo Mediterráneo, por lo pronto el que solemos ver en verdulerías es del tipo de Calabria, en general el de mayor consumo en el orbe en toda su redondez. También existen otras variedades, como la llamada coliflor púrpura, por aquí poco habitual; si gustan de él los habitantes de la Gran Bretaña.

Contiene vitamina C y es rico en las llamadas fibras alimentarias. Ya los antiguos romanos recomendaban su ingesta por reconocerles propiedades curativas para diversos males. En la actualidad se afirma que es anticancerígeno y se han identificado sus cualidades anti bacterianas y antivirales.

No lo hiervan, por favor. Si lo cuecen en agua bullente que sea por muy pocos minutos, solo para blanquearlo, como suele decirse en las cocinas. Esa es nuestra recomendación porque de lo contrario pierde gran parte de sus propiedades, ni qué decirles de la contundencia de su sabor.

Nada mejor entonces que cocerlo al vapor, en wok o sartén, o al horno; en estos dos últimos casos con una pizca de aceite de oliva. Y ya que estamos, por favor no prestar vuestra atención a los tan en boga insípidos e inodoros sujetos de las cocinas, redes omnipresentes y medios periodísticos dizque culinarios que ¡ay! les molesta el olor…Qué las vacas y los chanchos tiene huesos, los gallos plumas, los pescados espinas y las coles y lo brócolis, como los ajos y las cebollas, por gracia que no será divina pero es gracia, huelen con arrojo y contundencia.

Sufrimos más que sabemos del dislate inflacionario y especulativo de todos toditos los actores de la cadena comercial alimentaria en este país del Sur, bien del Sur; entonces a buscarlo con precios lo menos malditos posibles. Nunca en supermercados.

Horneado apenas y salteado con ajo triturado, aceite de oliva, filetes de anchoa (en aceite) y un algo de picantes, el brócoli así de bien tratado es fiel camarada para unos spaghetti que os harán chupar vuestros dedos.

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