Presas de pollo con dátiles, para la hija de Kheops

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Plato de los extensos, variados y siempre deliciosos recetarios de la cultura árabe. Se llama Farja Ma’a Balah aunque nosotros los rebautizamos, por atrevidos nomás. Y además lo presentamos aquí con algunas variaciones del coleto tomatero.

Pero comenzamos con orden, que nunca es belleza, por supuesto; más bien y por baraka todo lo contrario. La improvisación desde el caos, la jazz sesión cocinera, el guateque de ideas y el quilombo de palenque en la testa, sí que tantas maravillas pueden en la cocina (reposteros abstenerse de lo que acabamos de sentenciar porque sabido es que vuestra especialidad vive en lo que podríamos llamar ciencia exacta de las artes culinarias).

Qué necesitamos para dos comensales de buen comer o cuatro tirando a modositos, ellos y ellas.

Un pollo trozado en octavos.

60 gramos de dátiles secos. Los que deleitaban a la hija del faraón y ya que estamos cuando puedan lean La hija de Kheops (1989), de Alberto Laiseca.

60 gramos de avellanas.

Una cucharada de azúcar morenita.

Dos copas de vino buen vino blanco…Y decimos bueno para desterrar esa abyecta tendencia a utilizar del ordinario para cocinar.

Un tazón de caldo de pollo de ave.

Una cebolla. Sal y pimienta. Aceite de oliva

Y a nosotros se nos ocurre, un puñado de almendras, algunos higos también secos – ¡Ay Scheherazade! -, y un algo de ají picante.

Entonces

Salpimentar los trozos del pollo y dorarlos en una sartén con aceite de oliva.

Así los retiran y que esperen su turno en rincón cálido de la cocina.

Saltear ahora la cebolla que tuvo que ser picada en el fondo del salteado polluno, añadiéndole un poco de aceite si hiciere falta.

Incorporar entonces las avellanas y las almendras, algo de azúcar morenita con el ají picante sin exagerar; y los dátiles descarozados, al igual que lo higos. Y cocinar a fuego lento y sartén tapada, hasta que los frutos se pinchen con blandura.

Agregar ahora el caldo y el vino. Esperar a que se hayan reducido en más de la mitad y allí terminar la cocción de las presas de pollo a llama o calor mediano, ajustado todo en sales y pimientas.

A la mesa en fuente adecuada; qué lindas son las de barro para esta oportunidad, y acompañar con cuscús o simple arroz blanco y de sabrosura.

Y nada de maridaje entre plato y vinos. Para nosotros se trata de amoríos, galanteos y devaneos y no necesariamente bendecidos, entre botellas, copas y lo que vayan a disfrutar de la cocina.

Para esta oportunidad, un Moscatel de Alejandría refrescado o si queréis tintos por qué no un Syrah.

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