Las gorditas de horno y rosquillas de maíz cacahuazintle…

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En el siglo XIX se descubrió y perfeccionó la extracción de azúcar de la remolacha por medio de procesos industriales, refinándola continuamente, También llegaron a la Ciudad de México ingleses, franceses, holandeses y alemanes que establecieron tiendas especializadas en donde vendían toda clase de chocolates, panes, hojaldras, nieves, mantecados, y más. A ellos, se les unieron pequeños gremios de dulceros, panaderos y bizcocheros.

En la capital mexicana coexistieron establecimientos de dulceros y pasteleros, donde acudían las clases altas, junto con pregoneros que producían y vendían dulces, algunos de ellos de creación propia como los picones, los borrachitos y los lasitos.

El cronista Antonio García Cubas describió la existencia de los pregoneros dulceros y las particulares entonaciones que tenían para divulgar sus mercancías. Mencionó que algunos de los dulces que podían adquirirse en el México de antaño eran las almendras garapiñadas, las gorditas de horno, rosquillas de maíz cacahuazintle, acitrones, calabazates, camotes cubiertos, huevos reales y yemitas acarameladas…

En la página Antropología de la alimentación (Más allá de la comensalidad…), de México, Álvaro Aguilar Nava da a conocer un estudio de lectura reconfortante para todos quienes se interesan o estudian los asuntos de la cocina como patrimonio cultural.

Aquí ofrecemos un link para acceso directo…

https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/object/disco:25/datastream/PDF/view?fbclid=IwAR3yuZXCok-At_cJBEUmiGGvwkJ2ZG9WpkXV6oGrz5eWNehfbwZLfm-eOIs

La página de la cual tomamos este texto se anuncia a sí misma como espacio de intercambio de información, discusión y comentarios que permitan ampliar los horizontes de comprensión de los sistemas de alimentación de la sociedad humana en tanto complejos culturales.

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