Las más (de) Seadas, con queso y miel

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Para un día con antojo de dulces, y como el comer a la italiana es un rasgo de lo que por estas páginas llamamos comer cocoliche (mestizaje culinario) es que les acercamos esta receta de repostería sarda, de acuerdo más o menos o lo explicado por el italiano Carlo Cracco, de la revista La cucina italiana.

Las seadas le dan vida al más clásico de los postres sardos, son buñuelos de masa rellenos de queso pecorino fresco, servidos con miel.

Su versión de origen nos dice:

Se preparan con una masa de sémola (los sardos son maestros en su uso), tienen un relleno especialmente preparado con queso pecorino fresco, fundido y «formado» especialmente para su uso, y se completan con miel, a menudo de madroños, otra de las características típicas de la isla de Cerdeña . En Campidano, a diferencia de la zona de Nuoro, el relleno se prepara con caciotta de leche de vaca, que luego se aromatiza con ralladura de limón.  Las seadas se pueden freír en aceite de cacahuete o incluso en manteca de cerdo que, además, está presente en la masa, con el fin de que se desmorone.

Las seadas nacieron de la civilización pastoril sarda no tanto como un postre, sino como un plato único sustancioso, muy simple, preparado con los ingredientes disponibles en las despensas – nótese que así nacieron y se desarrollaron todas las cocina, al menos las terráqueas (¡Ja!) -, procesados con la maestría típica de las amas de casa (las coquinarias dan cuenta de que lo culinario es de origen femenino y nace de la pobreza).

Se necesitan, y para porciones de 12 piezas

300 gramos de pecorino fresco (quesos de leche de oveja que por estas tierras se consiguen de producción nacional, como el de Cabaña Piedras Blancas, de Suipacha, provincia de Buenos Aires).

250 gramos de sémola de trigo duro.

30 gramos de grasa de cerdo.

Miel, sal, naranja, limón, aceite de maní o de girasol.

Entonces

Mezclar la sémola con la grasa de cerdo y añadir agua y una pizca de sal hasta obtener una masa homogénea y suave que deberá reposar en la heladera durante un par de horas.

Rallar el pecorino y sazonarlo con la ralladura de una naranja y un limón y hacer unas bolitas trituradas. Si está demasiado seco, suavizarlo suavemente al fuego (con una gota de leche, si es necesario) para poder darle forma.

Estirar la masa en láminas finas obteniendo tiras. Disponer el pecorino sobre la mitad de ellas en forma espaciada a distancias parejas. Cubrir con otras tiras, presionar bien alrededor del relleno y cerrar como se hace con los ravioles. Cortar la masa alrededor del relleno.

Freír las sedas en aceite muy caliente hasta que estén doradas, dándoles la vuelta muy suavemente para no romper las burbujas que se forman en la masa. Servirlos cubiertos con miel.

Con una copa de champán o moscatel de Alejandría, por ejemplo.

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