“Todo lo que ves se lo debo a los espaguetis”

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Famosa frase de Sophia Loren, una leyenda viva del cine y de la belleza, y amante ella de la cocina – y muchos y muchas de nosotros de su arte -, este 20 septiembre cumplió 90 años, y a propósito de la fecha la editorial italiana Baldini+Castoldi acaba de publicar el libro Sophia Loren: una vida de novela, escrito por Silvana Giacobini (en español lo editó Penguin), según recordó la revista Gambero Rosso.

La autora, de 80 años, es romana de nacimiento y milanesa por adopción. Es periodista y escritora. Ha sido directora de Gioia y proyectado y dirigido Chi y Diva e Donna. Además, ha conducido programas para la RAI y Mediaset.

La Loren siempre estuve cerca de la cocina y la comida. Su amor por el tema es más que conocido, hasta el punto de que en 2021 también lanzó una cadena de restaurantes que lleva su nombre: Son famosas las películas en las que ella es protagonista de escenas ligadas a almuerzos, cenas y muchos cafés. Y es precisamente en el capítulo «Deseo de maternidad» donde Giacobini habla del momento en que Sophia Loren estuvo en Moscú con otros actores italianos, entre ellos Alberto Sord I, invitado del Festival de Cine de Moscú para presentar «Matrimonio all’italiana». Era 1964.

El libro recién editado así recuerda aquellos episodios.

En Moscú, la nostalgia, pero sobre todo la buena cocina mediterránea, golpeó al pequeño grupo de «directores de fotografía» italianos, hasta que Sofía, conmovida, los invitó a su suite de hotel a tomar unos espaguetis con pummarola pura , albahaca y aceite de oliva virgen extra que trajo consigo junto con la pasta de trigo duro. La pequeña compañía se presentó muy temprano en el hotel, subió a la suite de Sophia Loren y la invadió alegremente con charlas y risas.

A Sordi se le hacía la boca agua al pensar que pronto estaría disfrutando de un buen plato de espaguetis. Había comido poco a propósito en el almuerzo para hacerse un festín, pero empezó a preocuparse porque no podía ver ni la olla con el agua ni la cacerola con la salsa.

Curioso miró a su alrededor hasta que con alivio escuchó a Sofía decir que iba a comprobar si el agua estaba hirviendo. Sofía entró al baño y sólo entonces Sordi vislumbró el único lugar que había encontrado para colocar la cocina eléctrica y la olla con agua para la pasta: estaba expuesto sobre la tapa del inodoro cerrado. El pobre Sordi perdió las ganas de comer espaguetis pero no el amor por Sofía.

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