Gracias don Hipócrates por el aperitivo, y sale con Campari
En otros tiempos, el aperitivo fue un sabio hábito colectivo entre los argentinos. En las casas, en los bares y, por qué no, en almacenes de campo y viejas pulperías. Y todo gracias a uno de los tantos aportes que la cultura popular italiana legara por estas tierras.
Nuestro presente es bien distinto. Si bien la pasión por el bar y el café sobrevive y con ella en algunos ámbitos citadinos se percibe cierta tendencia de regresar hacia aquella sabiduría del antes de comer, la cruciales transformaciones que por razones económicas, culturales y hasta tecnológicas impactan sobre nuestras gentes han dejado sus huellas; e imaginaos simplemente lo que pueden sentir aquellas señoras, señoritas, señores y señoritos con prosapias copetineras cuando zagales ellos o zagalas ellas y a la moda de sus juventudes le piden al mesero de tatuaje en pecho, una pinta de birra…
Por suerte y pese a todo y con sus diversidades, el aperitivo sigue presente entre nosotros, aunque quizás no tanto como en su país de origen, Italia, donde, y según un reciente artículo de la revista Gambero Rosso, casi el 75 por ciento de su población es fiel a esa tradición y para cuatro de cada cinco italianos el lugar del aperitivo por excelencia sigue siendo la barra. Entre las bebidas favoritas destacan las elaboradas con vermú, licores y amargos, elegidas por el 47% de las personas.
¿Por qué nuestro título como agradecimiento a Hipócrates (470-399 A. C.), considerado el padre de la medicina? Porque fue él quien, para curar males por falta de apetito creó una suerte de vino amargo y aromatizado con absenta, la del ajenjo o diablo verde por sus efectos.
Ese fue el origen de nuestro aperitivo, que tal cuando lo conocemos hoy comenzó a convertirse en costumbre a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII: en Turín, en 1786, Antonio Benedetto Carpano inventó el Vermú, a partir de la antigua receta griega con absenta; y escrito sea de paso, la palabra vermú proviene de la alemana wermut, que quiere decir absenta.
Porque sí, por esa maravillosa arbitrariedad que tantas veces explican los gustos, en esta ocasión elegimos para el aperitivo dos de sus posibilidades que son maravillas globales y a partir del legendario Campari (alcohol, caramelos e hierbas naturales): el Negroni y el Negroni Sbagliato.
Pero antes, un poco de historia. El Campari fue invento de don Gaspare, por supuesto de apellido Campari, quien había nacido en 1828, en una familia campesina de Pavia. Casi niño se fue de su dejó su casa, trabajó como lavaplatos y camarero hasta transformarse en maestro licorista. Pronto buscar una fórmula propia para crear una bebida que se diferenciase de otros aperitivos.
Trabajo con los bitters holandeses hasta que en 1860, creó lo que se convertiría en un verdadero ícono del beber con un color rojo propio e inconfundible: el Campari, cuyo primer nombre fue Bitter all’uso d’Holanda.
Sin él imposible serían los dos aperitivos clásicos que para nuestros amigos recreamos.
Negroni, más famoso que el mismísimo Jesucristo
- Una parte de Campari
- Una parte de ginebra o gin
- Una parte de vermú
- Verter las tres partes en un vaso Rock Tumbler lleno de hielo
- Decorar su borde con una rodaja de naranja
Ahora el Negroni Sbagliato (errado, equivocado) que fue inventado por accidente en 1972 por Mirko Stocchetto en el Bar Basso de Milán. Cuando le pidieron que preparara un Negroni, Stocchetto sirvió prosecco (vino espumante italiano) en lugar de ginebra, y así nació un nuevo clásico.
- Una parte de Campari
- Una parte de vermú
- Una parte de vino espumoso champán extra Brut
- Verter todo en un vaso para Double Rocks con hielo.
- Adornar con una rodaja de naranja.
Y después, a la mesa que ya llegan los platos, fuentes y las copas…Aunque…Siempre hay más: en Italia es costumbre acompañar los aperitivos con unos salatini, algo así como lo que para nosotros es una breve picada.
¡Salud!
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