No es un fantasma…pero qué sabroso el salpicón aparecido
No hace mucho, en el Guanabara, allí por el barrio de los relojeros y los joyeros de la Real de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre, por fin un medio día ya casi convertido en siesta apareció el salpicón.
Lástima lo puajjjj que son casi todos los bandos, las gacetas y los pregones de la villa porque semejante aparición debió ser noticia de primera plana. Por suerte están nuestros corresponsales tomateros y ustedes podrán convertirse así en testigos del tan llamativo acontecimiento.
Como escribiéramos en el artículo Á la recherche du salpicón perdu del 22 de noviembre pasado (https://tomate.net.ar/2024/11/a-la-recherche-du-salpicon-perdu-2/, a la tripulación del emblemático bar porteño Guanabara, con Alfredo Gasamanes firme en el puente de proa, se le había perdido una salpicón de ave y tras días de intensa búsqueda por parte de la comunidad involucrada – cocineros, ayudantes comensales y vecinos-, con el correr de los días pareció que el pobre platillo había quedado en el olvido.
Sin embargo la memoria silenciosa hizo su trabajo y la semana pasada, cuando por allí estuvieron dos de más activos colaboradores de esta paginilla sobre el comer, el salpicón apareció, resplandeciente y para algarabía popular.
Hebras de carne de pollo en es justo punto que tan difícil es alcanzar, salvo para entrenados hacedores de la cocina, como los del Guanabara; vegetales y aliño provocaron aplausos y vivas tales que hasta en los espacios desconocidos del cercano Obelisco resonaron…
¡Alto, ha llegado el momento de algunas aclaraciones!
Primera. El Guanabara, es el mágico bar que abre sus puertas para servir desayunos, almuerzos y algo más en el corazón del barrio joyero de Buenos Aires, sobre la misma calle Sarmiento al 1232…Alfredo Gasamanes es un personaje entrañable que dispone de guisados al medio día en el Guanabra y atiende la barra (digamos) de la mejor cocina china de Buenos Aires por la noche, en La Cocina de Juance (Salguero 537 en Almagro).
Segunda. El 27 de septiembre de 2020, la colega Cecilia Martínez en el diario La Nación escribía: El tesoro del Obelisco no siempre estuvo allí donde hoy se ubica como monumento emblema de Buenos Aires. Antes se hallaba la iglesia San Nicolás de Bari. La leyenda cuenta que en ella se guardaba un misterioso tesoro (las versiones más osadas hablan del Santo Grial) y que cuando el templo se demolió, el tesoro habría sido trasladado al Obelisco y escondido entre las paredes de su cúspide. También se afirma que el fantasma del último sacerdote de la antigua iglesia es su guardián.
Tercera. Como la presente es una historia de aparecidos, fijaos en lo que Yair Cybel escribía en el sitio El Grito del sur, hace un par de años atrás. He aquí su texto Fantasmas en Buenos Aires en algunos párrafos de sus párrafos…
Los fantasmas de la Línea A (Subte). Quienes han recorrido los subsuelos de la ciudad por las noches, cuentan que entre las medias estaciones de Alberdi y Pasco es posible divisar presencias sobrenaturales. La leyenda tiene décadas y se fortaleció al calor de los viejos vagones de madera que recorrían de manera subterránea los trazados de la Avenida Rivadavia. Cuentan quienes lo han visto que cuando el tren pasaba entre ambas estaciones, las luces del vagón titilaban y era posible observar a dos figuras masculinas sentadas en el andén abandonado. Según rezan quienes saben, las presencias corresponden a dos obreros italianos que perdieron la vida hace más de un siglo, a causa de la caída de una viga, mientras se construía la primer línea de subterráneos de América Latina…
En una ciudad de migrantes y sincretismos, dicen que a principios del siglo XIX llegó un vampiro a Flores. Cuentan quienes lo han visto, que se trataba de un hombre muy pequeño, casi enano, que habría llegado desde Rusia o Hungría en una caja transportada por un barco, y que llevaba por nombre Belek. Este personaje rondaba en torno al Cementerio de Flores y el relato en torno a su condición de vampiro comienza a cobrar más fuerza a medida que aparecen animales muertos en el perímetro del cementerio. Casi todos, sin sangre. La leyenda de Belek hizo que las casas de los alrededores del cementerio de la calle Asamblea se llenaran de ristras de ajo. Dicen que, asustados por la situación, los vecinos y las vecinas decidieron atrapar al misterioso personaje, pero el enano de Europa Oriental logró escabullirse. Y quien sabe, tal vez todavía recorra por las noches las tranquilas callecitas del Bajo Flores…
Hay vampiros en Flores, pero Caballito también tiene sus ánimas: la «negra planchadora» fue una criada de la estancia de los Lezica, ubicada en lo que posteriormente sería el Parque Rivadavia. Susurran quienes saben de esta materia, que fue acosada y degollada y que su alma en pena sigue apareciendo en el parque…
Vaya usted a saber sobre todo esto, pero lo que sí sabemos que es cierto – lo juraremos las veces que haga falta – es lo siguiente: el salpicón de ave del Guanabara apareció y supo a gloria.
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