No son cuentos sino pizzas, de Los Tíos

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Y sucedió allá, al Sur del Sur, en la argentina Patagonia. Se trata de una charla con los hermanos Truchi y la historia de una pizzería, que casi fue un mesón para corazones solitarios. Un artículo cedido por nuestros amigos de la revista Con todo gusto, de Viedma, provincia de Río Negro.

El gusto es una creación social. Cuando tratamos de explicar las diferencias de gustos, no debemos recurrir a la genética sino a la cultura. Esas características provienen de un “otro”. Nacemos en una sociedad que nos antecede. Por eso el comer es un evento situado en un tiempo, en una geografía y en una cultura.  Así explica la antropóloga argentina Patricia Aguirre el desarrollo del gusto y la materialización de él, la cocina. No se puede explicar sin un contexto, sin una historia, sin una creación cultural.

La pizzería Los Tíos fue la materialización de la cultura gastronómica viedmense. Fundada en el año 1982 por los hermanos Raúl y Norberto Truchi, marcó por más de veinte años varias generaciones, por su pizza, pero también por todas las actividades sociales que allí ocurrían. Ambos, visitaron Radio Noticias en el espacio Con todo gusto.

– Recorrieron toda su historia, cómo nació, anécdotas y el secreto del éxito.

La pizzería nació por una necesidad. Se llamó Los Tíos porque uno de mis tíos era el pizzero y otro nos prestó el dinero para instalarla, porque nosotros estábamos muy restringidos  económicamente. Yo vivía en San Antonio, cuando llegué a Viedma al  principio estuve solo. La sociedad aceptó perfectamente bien, fue una cosa realmente extraordinaria ayudó gente, se fue dando un proceso, después  llegó Raúl, ahí le ampliamos muchísimo, cuenta Norberto.

Fue una cuestión particular el tema de la comida, el de la pizza porque esta no tenía una tradición aquí y  creo que la trascendimos. Se incorporó como un uso social. Lo que nos convocaba al negocio, no era únicamente la pizza, que era el argumento y excusa porque  generamos un espacio social con el que realmente la gente se sentía identificada, se sentía cómoda, pertenecía. Iban de todas las clases, laburantes, el que podía un poco más, el empresario, el político. Me acuerdo que el segundo sábado que abrimos,  la desperté a mi tía a los gritos eufóricos porque habíamos trabajado hasta las 4 de la mañana y habíamos trabajado muchísimo. La primera fiesta de Navidad vendimos como 100 pizzas, añadió.

– ¿Siempre utilizaron la misma receta?

La receta era de mi tío, luego él se retiró u nosotros continuamos elaborándola. Él había sido pizzero muchos años en Buenos Aires, en Caballito  y se trajo su receta: Media masa de molde y las especialidades se fueron agregando después, creo que arrancamos con 12 al principio y terminamos con 30; la que nos identifica es la 24, Los Tíos, con roquefort, mozzarella, palmitos, salsa golf, huevo duro y morrones. Actualmente la  gente cuando te ve,  te dice ¡Oh…los de la 24!

– ¿Cómo explicas aquel fenómeno de tanta identificación con tus clientes?

Nosotros  no teníamos muchos familiares acá, nuestra familia se fue dando con todos aquellos que en ese momento estaban solos y el fin de año o en Navidad, por ejemplo, se formaba una mesa común. No eran fiestas tradicionales de familia, eran las familias en ese momento. A media noche mi padre participaba, se disfrazaban y cortábamos la calle para continuar con los festejos.

– ¿Cómo dividían el trabajo?

Yo casi siempre me quedé más en la cocina, Raúl en el salón,  adelante. Siempre se amasó a mano, nos manejábamos artesanalmente. Era un momento que una sola pizzería vendía 120 pizzas, por ejemplo, que hoy en día se me ocurre que debe ser bastante difícil, pero amasar 120 pizzas a mano más el pan, el pan de las hamburguesas y los lomitos, también lo hacíamos nosotros. Cuando se incorporó Raúl, yo era reacio poner sándwiches, y él no insistió con el tema pero la verdad que terminó siendo fue un exitazo.

– ¿Cómo fue eso de tener que bajar la persiana y por qué?

Fue tristísimo pero irreversible e inevitable. Nosotros nunca despedimos a nadie del personal,  el mismo que empezó lo mantuvimos año y año. Llegó un momento en se nos complicaba mucho el sostén de la estructura. No encontramos alternativa y cambiamos las deudas previsionales que teníamos por la cesión de la pizzería. A los chicos le vino el pelo  y se quedaron ellos a cargo del negocio. Fue Bravísima esa crisis del año 2001, 2002,  no era la primera que nos tocó pero parecía que  cada vez eran más agudas o es que uno tiene cada vez menos resistencia. No sé por dónde pasa la cosa pero como que se te complica, pues ya no tenés la misma espalda.

– La pizzería quedó en el recuerdo de varias generaciones

Tenemos miles de anécdotas en las que la gente nos recuerda alguna vivencia en la y eso nos pone muy contentos. En el año 2002 nos fuimos a España, pusimos un negocio gastronómico allá, íbamos caminando por una de las playas y nos cruzamos con dos muchachos y uno nos dice “Haceme el pato Donald”. Nos quedamos sorprendidos porque Raúl solía hacerlos allá en la pizzería, a veces mientras atendía a los clientes.

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