Los poetas del sánguche de miga

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Comenzamos el ’23 con un comer que por adopción colectiva del gusto es tan argentino –aunque no sólo – como el hábito del vasillo de agua después del café sentados a la mesa de un café.

A los sánguches de miga nos referimos, y en forma especial a los de estos dos poetas del hacer sanguchero: con ustedes Jorge Freidemberg y Luciano Zambrano; pero antes un alguito de lecturas.

Cuenta la leyenda que una tarde de nubes bajas, en un bar de la avenida Belgrano, calle mustia si las hay en Buenos Aires, la última del planeta urbano que cualquier humano sensible  elegiría para andar y desandar sin rumbo, que le dicen pasear, el poeta pidió medio pebete de salame y queso; y que la moza de delantalillo negro anudado con gracejo lo miró compungida y dijo uyyy no sé si podré traerle medio, pero…

No se haga problemas señorita, replicó él, que sean el pebete entero y un cuchillo; y el poeta entonces partió el sánguche por la mitad, comenzó a mordisquear una de ellas dos con rostro de satisfacción, y la otra quedó ahí, en el plato, tal cual trofeo en disputa de miradas tan codiciosas como discretas.

La misma leyenda cuenta que el poeta no fue otro que el maestro Leónidas Lamborghini, ahí vivo él en su obra enorme, y recordamos los Últimos días de Sexton y Blake, relato alegórico que toma la vida de dos amigos septuagenarios que al momento de iniciarse la narración viven en un mínimo sucucho, repasan el pasado, y siguen todavía obsesionados por la aventura y el ritmo del presente.

Desdobla la figura del detective Sexton Blake, un conocido personaje de historieta que aparecía en el Titbits inglés y que se reprodujo en publicaciones periódicas locales en los años ’30 del XX.

Y Lamborghini apela una vez más a la figura del doble que proyecta el texto en dimensión dramática, en línea con las figuras beckettianas de Vladimir y Estragón, o la comicidad de Bouvard y Pécuchet, los célebres personajes de Flaubert, dicen en Paradiso, el sello editorial de culto que dio luz a ese texto de lectura obligatoria.

Y cuenta, ya no una leyenda sino la memoria colectiva de los fundamentalistas de los sánguches de miga, porque a esas sabrosuras está dedicado este texto, que muchos de ellos en pantaloncitos de baños o en bikinis, que la pasión no distingue, entraban en trance al oír: Sangüichiiiitooooó, sangüichitooooó, La Monarca sangüichitoooo, tal cual voceaban en las playas de Mar del Plata hace ya tanto años.

Los de La Monarca eran deliciosos, siempre triples y cierto que con pocas opciones, pero inolvidables. Y tanto va la pasión al mantel, que otros muchos sería justo recordar, antecedentes de los que esta vez presentamos en Tomate, los que hacen y venden los dos poetas del arte sanguchero, fieles continuadores de la breve historia que a continuación podrán leer.Sándwiches de miga: 5 lugares donde sacarse las ganas

Dicen que los sánguches de miga fueron creados en 1925 en el Café Mulassano, de Turín, para oponerse por principios a los hábitos del tan British Sándwich del Five o’clok tea; y así nació el tramezzino, que así bautizó Gabriel D’Annunzio al triangulillo de delgado pan de molde, casi siempre con atún y otras cosillas del citado boliche.

Orígenes de los nuestros y contundentes sánguches de miga, esas maravillosas sinfonías de colores y paladares para el comer distraído y goloso, en bandeja, con birras frías por doquier, en una tardecita cualquiera y sobre la terraza, el patio o el balcón de casa en verano, con libros, con recuerdos.

Y ya que estamos, para un jolgorio bendecido por los ángeles libertinos del gusto, aquí les recomendamos los de jamón y queso, jamón y tomate y jamón y huevo, atún y queso y jamón crudo y queso; si los de Jorge Freidemberg u Luciano Zambrano.

A ser solicitados por WhatsApp al 115386 2412 y 116693 0433.

En Instagram: Buenas.migas.ok

Y a precios mucho más que razonables.

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