Frente al mar…Teckel …y cerveceros

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Hace unos días Tomate salió de ronda por playas del Atlántico bonaerense y, claro, buenas fueron algunas tardes como el escancio en vaso grande, de esos con manija, para chopps que le decía, de unas cervezas por allí hechitas, casi entre los médanos; ¡y de que calidad!

Son la Rubia, la Roja, la Negra, la IPA, Weissebier, la Barley Wine y la Belgian Dubbel, esta última nuestra preferida. De Cervezas Artesanales Teckel se trata.

Somos una cervecería artesanal ubicada en la localidad bonaerense de Mar del Sur (en el municipio General Alvarado, a unos 11 kilómetros de Miramar, y como ya alguno de los tomateros lo han expresado, un pueblo de playa que es poético). Desde el año 2005 comenzamos a elaborar cerveza de manera artesanal y a nutrirnos de los conocimientos necesarios para obtener un producto noble y de calidad. Después de 10 años de investigación en las diferentes técnicas, hoy elaboran un producto natural, sin pasteurizar, que mantiene las propiedades nutritivas de sus materias primas y le da un sabor único. Pueden conseguirla en nuestra fabrica: 106 entre 21 y 23 Mar del Sur, Buenos Aires, Argentina. ¡Sean bienvenidos! Así se difunden a través de las redes sociales y en una oportuna nota aparecida en la FM La Rodante, una suerte de voz comunitaria marsureña.

El joven Ramón Fernández está al frente de la producción cervecera y lo hace muy bien. Hace unos años, a poco de lanzar él sus primeras producciones, comentaba el sitio La barra de birra: Se trata de una esquina donde florece una contundente huerta orgánica con zapallos, maíz, lechugas y tomates y en la que sobresale una curiosidad que al ojo cervecero le llama la atención: una alta enredadera exhibe flores de lúpulo que la familia ha plantado para, en un futuro, adicionar a la cocción de sus impecables IPAs. La nota de color enuncia que algunos de los esquejes de estas plantas de la variedad Mapuche y también de Cascade son provenientes de un vivero en la cercana Batán, quizás fruto de los originales que provenían de la estancia que los Bemberg –antiguos y originales dueños de las cervecerías y malterías Quilmes- tenían en Otamendi, localidad cercana a Mar del Sur y que fue el primer lugar en que se plantó lúpulo en Argentina (…).

La cervecería funciona en un salón laboratorio azulejado en su totalidad, en el que junto al equipo de cocción se aliena un contundente pozo de frío donde se clarifican las cervezas a 2ºC durante 10 días, lo que hace de las cervezas Teckel un producto muy bien presentado en cuanto a su cristalinidad (…).

Dijimos que Ramón Fernández es cocinero y lo que escribimos al respecto hace un año, después de cenar en la hostería en la que labora a los fuegos desde al menos tres temporadas, aquí lo recordamos.

Sí. En la Hostería Villa del Mar, de Mar del Sud. Casi recostada sobre la playa que encierran los arroyos La Tigra y La Carolina, fue construida hace más de 80 años por la familia fundadora del pueblo, descendientes de Carlos Mauricio Schweitzer, el banquero que por el ’86 del XIX comenzó las obras del ahora hotel viejo, el Boulevar Atlántico, aspirante entonces a recibir turismo rico, hijo del modelo de país de la generación del ’80.

Los hermanos Martín y Miguel Schweitzer, están al frente de esa hostería que en sus noches canta por sí sola cerca del océano versos como mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus…Medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel. Dos medias suelas clavadas en los pies y una banderita de taxi libre levantada en cada mano. O por qué no, the Magical Mystery Tour is dying to take you away. Dying to take you away. Take you today.

Porque y como ejemplo de su propia haza, que es suerte en árabe, sobre una de las vigas que contienen el techo de su salón principal, vive aún adherida por sí misma desde que hace muchos años atrás un prestidigitador la lanzó al aire, una baraja de mazo español.

Bajo su protección cada noche circula el ánima de un gorrión sentimental pero cantarían convertido en restaurante, bajo la batuta de la hija de Miguel, la antropóloga Manuela Schweitzer y su socio cocinero Ramón Fernández.

En Tomate habitan algunos curiosos. Y viajaron hasta allí. Supieron de historias y de calandrias que azotadas por el temporal, arreglan tejados rotos en noches de tormenta; de fantasmas nadadores y de hadas pescadoras.

También de cintitas con salsa de mariscos, de cebiches con la pesca del día, de faláfeles y yogurt; claro de bifes de chorizos con papas asadas y hojas, de chocotortas heladas y en copas; de vinos varios y de una cerveza local, concebida y realizada desde 2005 por el propio Ramón, el jefe de cocina, y que se llama Teckel.

De rechupete todo y a precios razonables. No exageramos si añadimos que, ante ofertas similares, se ubican por debajo de lo que suele pagarse en Buenos Aires y otras ciudades que no son para veraneos, que le dicen.

Si se dan una vuelta por allí regresarán enamorados…o enamoradas…no importa, de la cocina que acabamos de referir y de las cervezas Tckel.

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