La infame obscenidad de la mesa vacía

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Víctor Ego Ducrot

Así, como dice el título, parecido escribía éste, vuestro humilde servidor, El Peje que cada día piensa en un posible exilio entre las aguas bajas del Tuyú, por donde el río de Solís se besa – a veces con violencia- con las aguas del Atlántico.

Escribía allá por febrero del ‘22, cuando por estas comarcas las mentes alertas ya preveían el descalabro político por derecha al que inexorablemente nos conducía el fallido y embustero gobierno de por entonces, aunque, la verdad sea dicha, lejos se estaba de suponer lo que sucedió: un mediocre y vociferante animador de paneles televisivos; un desquiciado con delirios mesiánicos fascistas, acumulando votos entre una mayoría de argentinos con la testa herida de muerte por tanto deterioro, para conducir al país a la debacle de pobreza de toda pobreza, económica, social y cultural en la que se debate por estos días.

Y recuerdo uno de los primeros párrafos de aquél ahora lejano febrero, publicado por los siempre amigos de la revista Socompa.

Decía así: Fui pulcro con el título. No vaya a ser cosa que surjan voces de impugnación, me dije, pues la idea original consiste enEntre la mierda que nos acomete sin piedad, obsceno, tan obsceno como la mesa doliente por vacía, resulta escribir acerca de las cuestiones que nos ocupan cada día, o al menos cada semana: el mundo del comer…Por eso aquí estoy, fuera por un rato de los arenales del Tuyú, para intentar algunas ideas para nada gourmets, que vienen a cuento de la hijaputez que nos circunda – banqueros y burguesía concentrada cual parásitos, oligopolios de la industria y el comercio, titulares del agronegocio, supermercadistas y otros formadores de precios; y por su puesto gobernantes y políticos –, que al yantar nuestro de cada día lo han convertido en una verdadera penitencia o prueba de fuego, mientras ellos los ‘joputa variopintos viven a todo culo y ni idea tienen del precio de la lechuga y las cebollas…

Claro, a los ‘joputas de aquellos días se sumaron éstos, los de la caterva de un tal Milei y sus titiriteros, predadores seriales del trabajo y las riquezas de los argentinos…

Por eso, y otra vez apelo a la propia memoria de mi escritura, ya aquí en Tomate, cuando en octubre del mismo ’22 recordé que los orres queremos ostras con champán, y con la siguiente aclaración para los de extranjía de allende las tierras y orillas del Plata: orres es escritura al revés de la palabra reos, asuntillo perteneciente al mundo de los lunfardos de puertos, calabozos y vecindades que son conventillos, en los que, mencionado sea de paso, han nacido las mejores hechuras de nuestras cocina populares…

Y eso de orres ya en clave de tango nos recuerda a Se viene la maroma (1928), de Enrique Delfino y Manuel Romero: Cachorro de bacán, andá achicando el tren; los ricos hoy están al borde del sartén. El vento del cobán, el auto y la mansión, bien pronto rajarán por un escotillón. Parece que está lista y ha rumbiao la bronca comunista pa’ este lao; tendrás que laburar pa’ morfar. ¡Lo que te van a gozar! Pedazo de haragán, bacán sin profesión; bien pronto te verán chivudo y sin colchón. ¡Ya está! ¡Llegó! ¡No hay más que hablar! Se viene la maroma sovietista.

Los orres ya están hartos de morfar salame y pan y hoy quieren morfar ostras con sauternes y champán. Aquí ni Dios se va a piantar el día del reparto a la romana y hasta tendrás que entregar a tu hermana para la comunidad. Y vos que amarrocás vintén sobre vintén, la plata que ganás robando en tu almacén. Y vos que la gozás y hacés el parisién, y sólo te tragás el morfi de otros cien. ¡Pa’ todos habrá goma, no hay cuidao…! Se viene la maroma pa’ este lao; el pato empezará a dominar… ¡cómo lo vamo’ a gozar! Pedazo de haragán, bacán sin profesión; bien pronto te verán mangando pa’l buyón.

No se sabe cuándo ni cómo ni mucho menos bajos que formas nuevas, pero que se viene, se viene…Esperemos.

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