Los spaghetti y los helados de Batman nada podrán hacer por nosotros

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Es más, si antes servimos una entrada con las espinacas de Popeye la suerte tampoco nos sonreirá. Es tanto lo que los terráqueos sufren, entre guerras, sequías, cambios climáticos, abusos de los poderosos y gobiernos en manos de maniáticos  -en este último punto Argentina va a la vanguardia con su desquiciado, facho y marginal en la Rosada -; es tanto lo que sufre que mejor nada pedirle a este mundillo de letras sobre el comer, y el beber.

Aprovechamos el hallazgo de dos fotografías del suizo Sebastian Magnani, para contar esta historia de Punto y coma.

Pero antes de pasar al comedor con el hombre murciélago y su querido Robin, salvadores de de Ciudad Gótica, un algo que publicáramos por aquí no hace tanto.

Porque resulta inevitable la siguiente disquisición respecto de casi todos los superhéroes made in usa: sus grandes causas maniqueas, asepsias y el carácter andrógino de muchos; todo eso y mucho más hace que tantas veces – no siempre- podamos sentirlos casi insoportables, por no decir bastante pelotudos.

Pero. ¿Qué comen los superhéroes y los ciertos personajes de historieta, de por aquí y otras comarcas?

Entre los locales, porque los argentinos también tenemos superhéroes, recordemos que el Capitán Piluso guardaba intachable conducta a la hora de su vaso de leche; que Patoruzito era fanático de las empanadas de la Chacha y que Mafalda odia a la sopa con el mismo vigor que ama a los helados; de la misma forma que Clemente no puede resistirse ante las aceitunas.

Visitemos a Superman, el alter ego de Clark Kent, el periodista. No se sabe exactamente cuál es su menú preferido pero sí que detesta al café, quizá tanto como a la mismísima verde criptonita.

¿Y el más reciente Bob Esponja? Ese le da a las hamburguesas. El Chavo engulle tortas (sánguches). Los Pitufos, moras y zarzamoras. Las Tortugas Ninjas se apasionan con la pizza. Homero Simpson cerveza y donuts.

Al Corto Maltés le gustaba el jugo de coco. Asterix y sus compinches adoraban los banquetes a base de carne de jabalí. Tarzán empezó con hierbas y gusanitos pero después se hizo carnívoro de ley. Popeye, el clásico, meta espinaca.

Y como dejar de lado al viejo superhéroe que una vez volvió del frío y recuperó la convicción y la fuerza que le otorgara Julio Cortázar en Fantomas contra los vampiros multinacionales (1977).

Inspirados en un texto que escribiera uno de nuestros tomateros en 2008 en el viejo blog El cocinólogo, conjeturamos que en cualquier momento aquél convoca a algunos de sus colegas para ver si pueden hacer algo por esta afligida parte del mundo.

Se decía entonces que jamás sería de semejante partida el ya mencionado Homero Simpson y no tanto por razones ideológicas sino por sus horripilantes gustos culinarios.

Quien se pasa la vida libando esa cerveza lavada que fabrican en Springfield y engullendo hamburguesas grasientas y pasta de maní no está en condiciones de asumir una causa noble como la nuestra, dijo Fantomas, a quien nadie podrá desmentir.

Sí logró rápidas y enfervorizadas respuestas de Asterix, Lindor Cobas el cimarrón, Clemente, Mafalda (Susanita se abstuvo) y Mendieta.

Entonces se reunieron y planificaron sus acciones contra los malvados que joden los que menos tienen y la primera decisión estratégica fue: mientras estemos activos contra el garcaje sólo nos alimentaremos con dulce de leche, es decir con la confitura sagrada, una verdadera ambrosía, el comer de los dioses.

Ahora sí. Siempre creímos que Batman es amante de aquella cocina que se llamaba macrobiótica, manía antecesora, dislate de comer pero moda y negocio.

Pero no. El fotógrafo Sebastian Magnani nos demostró que las aficiones culinarias de Batman son los spaghetti con salsa de de tomate y los helados.

Nada escribiremos al respecto. A las imágenes nos remitimos.

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