Éramos pocos y parió el zángano, el “influencer gastronómico” motorizado

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¡Hay que ser boludo, dirían en el barrio, o mira si serás comemierda, lanzarían nuestros amigos habaneros…! Pero bueee, los muchachos de allí arriba nos tienen acostumbrados, aunque a fuerza de ser sinceros, los nuestros de por aquí no les van a la zaga en eso de ser boludones y tilingos.

Sucede que la última moda en Estados Unidos acerca de esa cría bobalicona pero que sabe ganar mucho dinero vendiendo humo y espejitos de colores porque millones de autómatas les dan bola.

Nos referimos a los influencers gastronómicos, que son peores que quienes se auto perciben críticos, que ya es mucho decir. La última moda entre ellos, escribíamos, opinan sentados al volante y esperemos que no a la velocidad del trueno por la autopista (aunque que favor le harían al entendimiento).

En un artículo publicad esta semana, Leonor Baldwin, de la revista italiana Gambero Rosso, nos recuerda: Al separar la comida del lugar, los «críticos gastronómicos» estadounidenses que revisan la comida en su automóvil se pierden la imagen completa de la experiencia.

El diario Washington Post publicó un extenso artículo al respecto, del veterano editor y reportero gastronómico Tim Carman, en que resalta que el género de crítica gastronómica filmada desde el interior del automóvil y publicada en las redes sociales ha surgido con el auge de plataformas de vídeos cortos como TikTok e Instagram, redes sociales que – dicen…- han democratizado el juego de las reseñas gastronómicas mucho más allá de lo que habían conseguido los primeros blogs.

Todo lo que necesitas es un coche, la cámara de un smartphone, un poco de experiencia en edición de vídeo y una personalidad que se exprese en la pequeña pantalla.

Dice el diario estadounidense. Sentado al volante de su automóvil, Keith Lee saca un pargo frito entero del paquete de aluminio y lo cuelga por la cabeza frente a la cámara. El “influencer” gastronómico más seguido en TikTok inspecciona el pescado que acaba de comprar en Cane , un popular restaurante caribeño en Washington, DC.

Ante sus 16 millones y medio de seguidores, el fulano afirma nunca lo había visto presentado así. Luego dobla el pescado por la cola y le da un buen mordisco.

Y tan bien lo señalan en Gambero Rosso…Lo que muchos fanáticos de Lee tal vez no sepan, sin embargo, es que en ese restaurante caribeño Lee no pidió simplemente un pescado entero frito, sino más bien escovitch , un plato jamaicano que consiste en un pargo entero frito y servido tradicionalmente con un caleidoscopio de verduras encurtidas.

El término es una distorsión de la palabra española escabeche que significa «marinado en vinagre» y que durante la dominación aragonesa en Nápoles se convirtió en scapece.

Cuando se presenta en la mesa del restaurante, el escovitch de pescado llega sumergido en una maraña de verduras encurtidas: pimientos, cebollas cortadas en rodajas, un toque de chalotas y una rodajita de lima para exprimir al final. Es una explosión de color y diferentes texturas.

Según explica al Washington Post la propietaria del restaurante  Il Cane, Jeanine Prime, el escovitch consiste esencialmente en el contraste de las verduras y la acidez del vinagre, que compensan para la grasa del pescado frito. Es un elemento importante del plato que no se comunica en absoluto en la reseña de Lee».

Cuando los medios tradicionales controlaban gran parte de las noticias y opiniones que llegaban al público, los editores actuaban como en términos profesionales.

Cuando me convertí en editor jefe de la sección de Alimentación del Houston Press en el Washington Poste, a finales de los años 90, dice Carman en su artículo, una de mis primeras tareas fue filtrar los CV para contratar a un crítico de restaurantes. Los que examiné eran a veces obras maestras de autopromoción, que transformaban la falta de experiencia en calificaciones férreas. Algunos candidatos creían que estaban calificados simplemente porque les encantaba comer.

Entonces llegó Internet y puso todo patas arriba. La gran mayoría de los críticos gastronómicos actuales no necesitan presentar ningún currículum, simplemente se proclaman como tales. Simplemente escriba «crítico gastronómico» en la barra de búsqueda de TikTok y la pantalla se inundará de opinadores sentados en sus autos, expresándose sobre lo que comen.

Dale que va, allá en el horno nos encontraremos. Más o menos así escribió Enrique Santos Discépolo en el tango Cambalache (1934).

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