Gracias poetas…los caracoles son delicias milenarias

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Y gracias sobre todo a nuestro querido amigo y exquisito poeta Daniel Freidemberg es que se nos ocurrió este texto, pues parece que los teníamos olvidados – a ellos, a los caracoles- y la poesía no sacudió en medio de la modorra.

Primero ella, la poesía, en este caso de la joven mexicana Isabel Zapata, escritora, poeta y editora que vive en el Distrito Federal. En una de sus siempre enseñadoras  intervenciones en redes sociales, Freidemberg nos descubrió Razones para no pisar un caracol; he aquí su texto.

Porque son machos y hembras al mismo tiempo.

Porque su concha crece con ellos.

Porque Apicio los cocinaba con vísceras de pescado fermentadas.

Porque su baba quita las arrugas.

Porque su apareamiento dura tres horas.

Porque tienen veinte mil dientes microscópicos.

Porque el papa Pío V dijo que eran peces para poder comérselos en cuaresma.

Porque duermen siestas de una semana.

Porque Leonardo da Vinci los preparó con mantequilla y perejil.

Porque caminan con el estómago.

Porque crujen, pero saben amar sin rigidez.

La colega Beatriz Guillén acaba de escribir en el diario español El País algunas líneas que nos presentan a la autora del poema: “La memoria no es verdad. La memoria es invención, puro deseo”, dijo Isabel Zapata…La autora, editora y traductora mexicana acaba de publicar ‘Troika’, su sexto libro, una novela sobre el duelo, los fantasmas y los recuerdos. Troika fueron tres perras. Todas convivieron con la escritora, pero una jamás salió de su cabeza. Troika es una novela, la primera de la autora. Es un cuento para su hija y una conversación sin terminar con su madre. Es, quizás, una fábula. Un libro de fantasmas. Son 192 páginas para diseccionar el duelo, la culpa, los recuerdos. Es una paleta (helado en palito) de coco de La Michoacana, un uniforme de karate manchado de hierba, es la desigualdad. Es la incursión de la poeta Zapata, de la ensayista, la traductora y editora, en una ficción, en el amor entre una niña y su perra infinita

Ahora a nuestros caracoles, esta vez de tierra, en las paredes y demás…en otra ocasión nos dedicaremos a los de la mar…

Allá por el 2006, Olga M. González, de la  Cátedra de Producciones Animales Alternativas, de la UBA nos informaba…

Los caracoles de recolección viven en ambientes muy diversos, desde zonas ecuatoriales hasta polares, a nivel del mar y sobre los 3000 metros de altura, en el agua y sobre la tierra, en sectores soleados o con sombra y húmedos o pantanosos. Esta capacidad de adaptación ha permitido que diversas especies habiten en muchas partes del mundo. La carne de caracol posee características organolépticas diferenciales, tiene bajo porcentaje en tenor graso (0,8%), bajas calorías (70 Cal/100g), mayor presencia de minerales (1,93%) que la carne bovina y aviar y un porcentaje proteico (16%) similar a la del pescado. Cabe destacar que en las proteínas de la carne de caracol están presentes casi la totalidad de los aminoácidos necesarios para el hombre, en las proporciones requeridas para la síntesis proteica.

Carne con historia

Se presume que hace unos 20 mil años el hombre utiliza la carne de diversos moluscos para alimentarse, tal como lo demuestran los restos calcáreos encontrados en cavernas prehistóricas. Posteriormente, fueron consumidos por los griegos, suceso descrito con detalles por Aristóteles. Los romanos llegaron a engordar caracoles en recintos cerrados, aplicando los principios fundamentales que rigen en la producción actual y a través de conquistas a otras comunidades difundieron este hábito de consumo. En la Europa Medieval, los criaban en conventos y monasterios y eran consumidos en la época de cuaresma; para este período, Francia se convirtió en uno de los principales países en los que se desarrolló la helicicultura. Existen antecedentes sobre los venecianos que utilizaron diversas especies de caracoles con fines curativos.

Por fin una receta

Caracoles a  la montañesa, según el sitio español de recetarios Gallina Blanca

Necesitamos…1 kilo de  caracoles; 2 hojas de laurel; nuez moscada; pimienta negra molida; aceite de oliva; 200 gramos de chorizo fresco; 200 gramos jamón crudo; 1 morrón rojo; 1 tomate; 1 huevo duro; 1 cebolla; 2 dientes ajo; perejil.

Entonces…

Limpiamos los caracoles y luego los cocemos en tres aguas. Tanto la primera como la segunda, durante cinco minutos. Cambiamos nuevamente el agua por tercera vez y cocemos los caracoles durante una hora.

Aparte, vamos a poner a fuego medio una sartén con el aceite. Cuando está bien caliente rehogamos la cebolla y un diente de ajo picado, agregamos el tomate y el pimiento rojo también picados, el huevo troceado y condimentamos con pimienta, nuez moscada, laurel y perejil.

Dejamos cocer durante unos minutos. Una vez que está cocido mezclamos aplastando todo como un puré y lo añadimos a los caracoles, como una salsa.

Por otro lado, preparamos en una sartén con aceite y hacemos un sofrito con el otro diente de ajo, el jamón y el chorizo.

Una vez listo lo añadimos a los caracoles que ya tienen la salsa.

Por último agregamos las nueces y dejamos que toda la preparación se cocine durante unos diez minutos, aproximadamente.

Con unas rodajas de pan del bueno, tan difícil de conseguir en la panaderías tradicionales de por estas tierras, y el vino tinto de vuestro agrado y posibilidades; ¡y qué le vayan a hablar de carabelas a Cristóbal Colón!

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