Un “Nina Simone”, incomparable para escuchar a la Conejo Jolivet Bues Band

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Aconteció el miércoles último por la noche en el Bebop Club, desde hace tiempo refugio emblemático para amantes y enamoradas del jazz y el blues. En el viejo barrio de Palermo (Uriarte 1658), en la actualidad un tanto insufrible entre turistas y vernáculos que viven en una Argentina a la espalda de todo. El Bebop Club apunta a ser la versión porteña de aquella leyenda neoyorquina que se llama Blue Note.

Por estas comarca tomateras ya hablamos de Gabriel “el Conejo” Jolivet, el argentino nacido en Santo Domingo en 1958 y que a título de presentación baste recordar que no sólo tocó con sino que le enseñó música y ejecución de guitarra rockera y blusera a cuanto famoso y del género habita por estas comarcas. Creemos que es una de las grandes guitarras del rock y del blues, y no sólo de estas comarcas.

La otra noche, como dicen los pibes, la rompió. Tocó con su banda, sí y en algunos pasajes los sonidos del blues parecían sueños. Estuvimos ante los mejores solos de guitarra de los últimos tiempos, cuando el Conejo se escapó de la galera con El blues del diariero, de Pajarito Zaguri (1941-2013).

Pero no se trataba hoy de escribir sobre música, sino sobre escabios, tragos o cocteles, que les dicen; y la carta del Bebop Club tiene sus jolgorios y una buena ocurrencia, darles nombres de estrellas del jazz y del blues a cada una de sus opciones.

Y así fue que llego el Nina Simone – una versión novedosa del gimlet, tan amado por Philip Marlowe -,  en homenaje sí, a ella, la admirada, la amada, y sobre quien no nos privaremos unas líneas; pero antes, a saber: en copón para trago largo y frío, en proporciones justas, gin, champán extra brut, agua tónica, raspadura de limón e hielo…¡Salud…para el aplauso!

Entonces, y con lo que sigue nos vamos…

El 20 de febrero pasado, y no porque sí, la edición española de la revista Vanity Fair publicaba un artículo sobre la más apasionada diva del jazzNina Simone, o el peso de la genialidad: la niña prodigio que revolucionó el soul (a su pesar) y sufrió una vida de dificultades.

Un día como hoy de 1933 nacía Nina Simone. Sus inseguridades, su rabia, su pasión y su dolor fueron de la mano de su talento para conectar e inspirar a través de sus extraordinarios dones, dejando tras de sí una obra que revela verdades inquebrantables.

“Hace años, cuando me ponía triste, James Baldwin me decía siempre lo mismo: Este es el mundo que te has construido, Nina, ahora te toca vivir en él, reflexiona la pionera música y activista de los derechos civiles Nina Simone en las primeras líneas de sus memorias de 1992 tituladas I Put a Spell on You (Víctima de mi hechizo).

Simone nos revela su dolorosa soledad: sus inseguridades, su rabia, su pasión y su incapacidad para explicar sus acciones, a menudo hirientes. Simone, una pianista de formación clásica que se convirtió a regañadientes en la gran sacerdotisa del soul.

Nacida como Eunice Kathleen Waymon llegó al mundo en 1933, en la pequeña ciudad turística de Tryon, en Carolina del Norte. Su madre, Mary Kate, era una piadosa y reconocida predicadora, mientras que su alegre padre, John Divine Waymon, era un artista reconvertido en empresario que atravesó tiempos difíciles tras la Gran Depresión.

La pequeña Eunice se convirtió en la estrella más brillante de los Waymon a los dos años y medio, cuando aprendió a tocar el órgano familiar sola.

Las evidentes dotes de Simone pronto se convertirían en un asunto serio. El jefe de su madre reconoció el genio de Simone y le pagó clases de piano con Muriel Mazzanovich, una mujer muy cariñosa a la que Simone llegó a considerar su mamá blanca.

Pero Simone encontró su propia voz de forma inesperada y espectacular. En I Put a Spell on You, cuenta lo que ocurrió durante un recital en solitario para sus patrocinadores a la edad de once años. Estaba preparada para tocar cuando vio que retiraban a sus padres de sus asientos para que una familia blanca ocupara su lugar. Me levanté con mi vestido almidonado y dije que si alguien esperaba oírme tocar, más les valía que mi familia estuviera sentada en primera fila, donde yo pudiera verlos, y al diablo con el saber estar y la elegancia. Al día siguiente, caminaba por la calle como si me hubieran desollado y cada desaire, real o imaginario, me dejaba en carne viva. Pero la piel volvió a crecer un poco más dura, un poco menos inocente y un poco más negra.

Mientras enseñaba piano en Filadelfia, Simone se enteró de que sus alumnos, mucho menos talentosos, conseguían actuaciones de verano en Atlantic City. Para evitar la ira de su religiosa madre, nació el nombre artístico de Nina Simone. Su primera residencia fue en un antro de Atlantic City llamado Midtown Bar and Grill, donde la inocente Simone pidió un vaso de leche y no empezó a cantar hasta que su jefe insistió.

Rápidamente consiguió un grupo de seguidores, al que se refiere a lo largo de toda la biografía como “mis alumnos”. Dolorosamente insegura fuera del escenario, disfrutaba con el control absoluto de un público variopinto, lejos de sus sueños de estrellato como concertista de piano. Lo superaba cerrando los ojos y fingiendo que estaba en otro lugar, como el Carnegie Hall o la Metropolitan Opera, escribe.

Simone pronto se convirtió en una sensación en los clubes nocturnos, especialmente en el vibrante, intelectual y musicalmente estimulante Greenwich Village. Tuvo un éxito discográfico con su versión de 1957 de I Loves You, Porgy. Se casó con un beatnik llamado Don Ross en la época en la que, según recuerda su hermana Francis, bebía mucho y experimentaba con las drogas.

La carrera de Simone despegaría realmente cuando se casó en 1961 con un expolicía duro, hábil en los negocios y maltratador llamado Andy Stroud. Tal y como yo lo veía, si me casaba con Andy, él podría protegerme de todo menos de sí mismo, escribe.

Mientras Stroud dirigía su carrera, Simone se implicó cada vez más en la lucha por los derechos civiles. Entre sus mentores figuran James Baldwin, Odetta, Langston Hughes y su querida amiga Lorraine Hansberry, con la que siempre hablábamos de Marx, Lenin y la revolución: las chicas de verdad hablan.

Ya era leyenda.

A finales de los años 60, Simone se desahogaba, desconsolada en parte por el estancamiento de la lucha por los derechos civiles. Estados Unidos me traicionó, traicionó a mi pueblo y pisoteó nuestras esperanzas, escribe.

Nina Simone murió en su casa en la localidad costera francesa de Carry-le-Rouet el 21 de abril de 2003. Por fin estaba en paz.

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