Sí, un Cevichazo…el de la mejor cocina peruana

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Queda en Pompeya, donde es fácil pegar un tajo pa’ cobrar una traición, o jugar en una daga la suerte de una pasión. Pero no es fácil cortarse los tientos de un metejón, cuando están bien amarrados al palo del corazón…Claro, lo sabemos, ya nunca alumbraré con las estrellas nuestra marcha sin querellas por las noches de Pompeya…Las calles y las lunas suburbanas, y mi amor y tu ventana…Primero Milonga Sentimental, de Homero Manzi y Sebastián Piana (1931), y enseguidita Sur, también de Homero y Aníbal Troilo, los duendes de Buenos Aires (1948).

Cómo no evocarlos cuando rumbeamos para el lado de Puente Alsina, el que ve noches y días sobre el Riachuelo, cerca de lo que fuera Paso de Burgos, desde 1855.

Donde vivieron malevos y taqueros, aquellos policías que para verduguearlos, porque sí nomás, cortaban los tacos a los botines de lustre o no, con los que alardeaban sus pasos entre los adoquines los compadritos de la barriada…

Y recordamos, una noche, un tal Loyola me embrocó en un guay fulero, batida, bronca, taquero, celular, biaba y gayola; di concierto de pianola manyando minga’e solfeo y, aunque me tengo por feo, colgué mi fotografía donde está la galería de los ases del choreo…que sucedió en La Boca, pero no importa; gracias a Conventillo, de Ernesto Baffa, Fernando Rolón y Arturo De La Torre (1965).

Pompeya, tierra de trabajadores, sigue luciendo en sus noches la misma luz melancólica de antaño, y allí la Avenida Sáenz y sus alrededores, por la magia de las migraciones que siempre nos hacen mejores, es hoy continente de fondines con la mejor cocina peruana; lejos de las lentejuelas y marquesinas de la Buenos Aires dizque gurmé, pero con salmos limeños, por decir algo de sus mejores sabores.

Se llama El Cevichazo, queda en Avenida Sáenz 595 y permanece de puertas abiertas durante todo el día cada jornada de la semana, menos el domingo. Salón austero, mesas con manteles de hule. No pretendan vinos variados, sí cervezas heladas. Atención campechana; sin exagerar, parece entre amigos.

¡Y qué menú! Fuimos tres lo comensales. En una de estas últimas noches del invierno que por fin se retira.

Nosotros: ¿Qué nos recomienda…? Ella: El 3, el terceto, no se arrepentirán.

Y así aconteció.

Ceviche mixto, con su leche de tigre justa, en serio, inolvidable; arroz chaufa con mariscos y chicharrones, que son frituritas de pescado; salsas picantes aparte y un platillo con batatas fritas…¡Ay qué ganas de seguir comiendo…pero por favor, tomateros, compostura…!

Y vean con lo que hubiésemos podido ampliar el repertorio de aquella cena temprana de no ser por nuestra…¡Compostura…!

Papas a la huancaína, anticuchos, sustancia de pollo, caldo de gallina y para que seguir…

Sólo nos resta nuestra última recomendación: dense una vuelta por las tierras de Homero Manzi y no se pierdan El cevichazo.

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