Un Lambí Kòk para juntar fuerzas, dicen en Haití

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Tierra de la primera Revolución latinoamericana y del Caribe. Entre los líderes de aquellas sublevaciones de esclavos se destacó un cocinero, Henri Cristophe. Insoslayable la lectura de una breve gran novela El reino de este mundo, del cubano Alejo Carpentier.

Todas las puertas de los barracones cayeron a la vez, derribadas desde adentro. Armados de estacas, los esclavos rodearon las casas de los mayorales, apoderándose de las herramientas. El contador, que había aparecido con una pistola en la mano, fue el primero en caer, con la garganta abierta de arriba a abajo, por una cuchara de albañil. Luego de mojarse los brazos en la sangre del blanco, los negros corrieron hacia la vivienda principal, dando mueras a los amos, al gobernador, al Buen Dios y a todos los franceses del mundo. Pero, impulsados por muy largas apetencias, los más se arrojaron al sótano en busca de licor. A golpes de pico se destriparon los barriles de escabeche. Abiertos de duelas, los toneles largaran el morapio a borbotones, enrojeciendo las faldas de las mujeres.

Arrebatadas entre gritos y empellones, las damajuanas de aguardiente, las bombonas de ron, se estrellaban en las paredes. Riendo y peleando, los negros resbalaban sobre un jaboncillo de orégano, tomates adobados, alcaparras y huevas de arenque, que clareaba, sobre el suelo de ladrillo, el chorrear de un odrecillo de aceite rancio. Un negro desnudo se había metido, por broma, dentro de un tinajón lleno de manteca de cerdo. Dos viejas peleaban, en congo, por una olla de barro. Del techo se desprendían jamones y colas de abadejo. Sin meterse en la turbamulta, Ti Noel pegó la boca, largamente, con muchas bajadas de la nuez, a la canilla de un barril de vino español. Luego, subió al primer piso de la vivienda, seguido de sus hijos mayores, pues hacía mucho tiempo ya que soñaba con violar a Mademoiselle Floridor, quien, en sus noches de tragedia, lucía aún, bajo la túnica ornada de meandros, unos senos nada dañados por el irreparable ultraje de los años.

Entre los tesoros culinarios a descubrir de la cocina haitiana se encuentra el lambi kòk. Es un molusco de gran tamaño, rosado y emblemático de la isla caribeña conocido como la caracola reina. Muy carnoso y de variadas posibilidades en la cocina, entre ellas, tan sólo asado y apenas si rociado con el juego de un limón recién exprimido.

Lo que hace que ese caracol rosado sea aún más notable es la concentración de nutrientes que ofrece: proteínas, hierro, zinc y vitamina B. Estos elementos desempeñan un papel crucial en el mantenimiento de la energía y la capacidad física, muy oportuna su ingesta para quienes practican deportes de exigencia.

Además del ya mencionado asado, he aquí un Lambi Kòk guisado en coco

Necesitamos

Un kilogramos de lambí. Dos cucharadas de aceite. Tres cucharadas de tomate triturado o puré de tomates. Tres ajíes no muy picantes (o picosos, según el gusto de los comensales). Un cuarto de taza de cebolla picada. Dos dientes de ajo machacados. Una taza de leche de coco. Apio, orégano y una cebolla entera. Una cucharada de jugo de limón. Sal

Preparación

Cocinar el lambí en agua abundante con ajo, cebolla, apio, orégano y sal. Cuando este blando retirar del fuego, dejar que se enfríe. Luego trocearlo o picarlos. Reserva el caldo de la cocción.

Sofreír en el aceite el tomate de tomate, los ajíes, la cebolla picado y los ajos. Incorporar el liquido del lambí y la leche de coco, y, cuando rompa el hervor, verter el lambí. Dejar cocinar a fuego alto hasta que el líquido se reduzca a la mitad, incorporar el jugo de limón y la sal. Servir con arroz, yuca o mandioca sazonada con aceite, sal y ajo, y rodajas de plátano verde frito.

¿Y para beber?…Sin vueltas, una cerveza helada y cerquita nomás una copa de ron añejo…

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